EL AGRESOR

Parado, marginal y chulesco

Sergi Xavier Martín está en paro y tiene pocas ganas de trabajar, según ha confesado a sus amigos. Consume buena parte del día ayudando a un "coleguita" en un gimnasio de Sant Boi. En tareas de mantenimiento, porque él no practica artes marciales. El último oficio que ejerció fue el de cerrajero, pero lo dejó en septiembre.

Después de lo que pasó, se ha debilitado aún más su escaso núcleo familiar. La tía no quiere saber nada de él; el padre campea las penas como puede, y la abuela es la única que intenta mantener una mínima cohesión en el grupo. Tanto, que hasta le sirve de sustento ec...

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Sergi Xavier Martín está en paro y tiene pocas ganas de trabajar, según ha confesado a sus amigos. Consume buena parte del día ayudando a un "coleguita" en un gimnasio de Sant Boi. En tareas de mantenimiento, porque él no practica artes marciales. El último oficio que ejerció fue el de cerrajero, pero lo dejó en septiembre.

Después de lo que pasó, se ha debilitado aún más su escaso núcleo familiar. La tía no quiere saber nada de él; el padre campea las penas como puede, y la abuela es la única que intenta mantener una mínima cohesión en el grupo. Tanto, que hasta le sirve de sustento económico a Martín, según confesó él mismo al juez. No se le conoce novia y de la madre se sigue sin noticias. Los dejó hace años y nunca más se supo, algo que el hijo todavía no ha digerido.

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De modos chulescos, el acusado negó al juez que fuese racista. Lo que ocurrió aquella noche, dijo, es que "se le cruzó" el alcohol con las drogas.

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