Editorial:

El plan para México

La ayuda de EE UU no asegura el éxito contra el 'narco'. La solución, quizá, no pasa por los militares

A diferencia de su predecesor, Vicente Fox, que poco hizo al respecto, el presidente Felipe Calderón ha comprendido que tenía que frenar a los narcotraficantes, so pena de convertir definitivamente a su país en un narcoestado. Ahora contará con el apoyo de Estados Unidos. El nuevo plan de colaboración entre ambos países supondrá que EE UU aporte ayuda a las agencias mexicanas, y a algunos países de Centroamérica, por valor de 500 millones de dólares anuales durante tres años, en dotación de helicópteros, perros, sistemas de comunicación e inspección, y formación. Es poco, dentro del paq...

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A diferencia de su predecesor, Vicente Fox, que poco hizo al respecto, el presidente Felipe Calderón ha comprendido que tenía que frenar a los narcotraficantes, so pena de convertir definitivamente a su país en un narcoestado. Ahora contará con el apoyo de Estados Unidos. El nuevo plan de colaboración entre ambos países supondrá que EE UU aporte ayuda a las agencias mexicanas, y a algunos países de Centroamérica, por valor de 500 millones de dólares anuales durante tres años, en dotación de helicópteros, perros, sistemas de comunicación e inspección, y formación. Es poco, dentro del paquete de 46.000 millones suplementarios que pide Bush para las diversas guerras, pero es la mayor partida de EE UU destinada a América Latina en una década. No implica que vaya a tener éxito.

A diferencia del plan Colombia, que lleva 10 años y 5.000 millones de dólares gastados, EE UU no mandará militares al vecino país para esta lucha, pues de otro modo el rechazo de los mexicanos hubiera sido notable. En Colombia, algo se logró contra la guerrilla, pero, pese a las declaraciones oficiales, casi nada contra las plantaciones de coca y su tráfico.

La preocupación estadounidense se debe no sólo a que aumenta la oferta de estupefacientes, sino también a que los carteles de la droga mexicanos han cruzado la frontera en sus enfrentamientos entre sí, especialmente el de Sinaloa y su principal rival, el del Golfo, que han segado 4.000 vidas en casi dos años.

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Calderón ha desplegado 25.000 soldados para atajar esta violencia. La corrupción de las policías mexicanas explica este recurso a los militares, pero Calderón debe cuidarse de no perder el control civil sobre el Ejército e imponer un escrupuloso respeto al Estado de derecho. En este sentido, la ayuda del gran vecino irá, en principio, a las agencias civiles y no directamente a los militares mexicanos.

Es crucial combatir el narcotráfico, reto mayúsculo a la salud física y democrática de los ciudadanos. Pero EE UU debe también desarrollar políticas para reducir la demanda. El fracaso relativo del plan Colombia, la recuperación de la producción de opio en Afganistán y el crecimiento de este tráfico en el mundo no tienen solución militar. Quizá no tenga ninguna, salvo la de una legalización a la que no se atreve ningún Gobierno.

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