Cartas al director

Patriotismo barato

El señor Rajoy, en un alarde de patriotismo barato, afirma sin ambages que "todos los españoles debemos sentirnos orgullosos de España, la nación más antigua de Europa".

Pues bien, al margen de todos los debates, rebatimientos u observaciones que pueda generar el matiz histórico de su afirmación, cabría preguntar a don Mariano lo siguiente: ¿de qué nación española debemos sentirnos orgullosos los españoles? ¿De la nación de ciudadanos decentes que él mismo dice encarnar? ¿De la que durante siglos ha condenado a la hoguera, a la horca o al ostracismo a quienes no seguían los dogmas de lo...

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El señor Rajoy, en un alarde de patriotismo barato, afirma sin ambages que "todos los españoles debemos sentirnos orgullosos de España, la nación más antigua de Europa".

Pues bien, al margen de todos los debates, rebatimientos u observaciones que pueda generar el matiz histórico de su afirmación, cabría preguntar a don Mariano lo siguiente: ¿de qué nación española debemos sentirnos orgullosos los españoles? ¿De la nación de ciudadanos decentes que él mismo dice encarnar? ¿De la que durante siglos ha condenado a la hoguera, a la horca o al ostracismo a quienes no seguían los dogmas de los diferentes regímenes? ¿Del país que cada día genera cientos de nuevos ídolos de oro con pies de barro mientras nuestros científicos, médicos, ingenieros e intelectuales deben exiliarse en busca de mercados más generosos?

¿De la nación que ve cómo cada año desaparecen miles de hectáreas de bosques mientras millones de metros cuadrados se ven poblados por selvas de ladrillo, cemento y hormigón? ¿De la nación que, una vez más, figura en el furgón de cola en lo que a educación se refiere mientras las televisiones, públicas y privadas, son un auténtico escaparate de mediocridad, indecencia y mal gusto?

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¿Del país en el que cientos de miles de ciudadanos apenas si consiguen llegar a fin de mes mientras grandes fortunas airean su opulencia? ¿De una nación supuestamente laica en la que la Iglesia continúa con sus seculares pretensiones de dominio, aleccionamiento y evangelización en todos los frentes sociales? ¿Orgullosos, en fin, de un país en el que, por no respetar, no respetamos ni a nuestra bendita lengua castellana.

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