Tribuna:

La última crisis del dólar

¿Hasta dónde podría llegar el dólar en su depreciación frente al euro? Si los hitos históricos sirven como referencia (y si no, ¿a cuáles acogernos?), la respuesta es bien fácil: dos dólares por euro. Ése es el nivel al que el dólar llegó frente al euro en una época en el que la moneda europea no existía ni en la mente de sus creadores, en 1973.

Naturalmente, se trata de un euro simulado, cuya cotización para la década de los años setenta y ochenta es fácil de calcular sin más que utilizar las cotizaciones que entonces tenían las diversas monedas que lo componen (¡ay!, ya tan olvidadas)...

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¿Hasta dónde podría llegar el dólar en su depreciación frente al euro? Si los hitos históricos sirven como referencia (y si no, ¿a cuáles acogernos?), la respuesta es bien fácil: dos dólares por euro. Ése es el nivel al que el dólar llegó frente al euro en una época en el que la moneda europea no existía ni en la mente de sus creadores, en 1973.

Naturalmente, se trata de un euro simulado, cuya cotización para la década de los años setenta y ochenta es fácil de calcular sin más que utilizar las cotizaciones que entonces tenían las diversas monedas que lo componen (¡ay!, ya tan olvidadas).

Que el euro real, el que está en circulación desde hace cinco años y que esta semana, en su momento de mayor fortaleza, cotizaba a 1,43 dólares por euro pudiera llegar a cambiarse por dos dólares, parece hoy por hoy algo descabellado: aún le quedarían 57 céntimos de recorrido. Sin embargo, ese camino ya es más corto que el que ha hecho desde los 0,82 dólares por euro registrados en el año 2002.

¿Hasta dónde podría llegar el dólar en su depreciación? Si los hitos históricos sirven como referencia la respuesta es fácil: dos dólares por euro

La moneda norteamericana se está viendo sometida a una fuerte presión bajista desde que hace 20 días la Reserva Federal redujera su tipo de interés de intervención, y la duda que se plantea es si el dólar va a seguir debilitándose o no.

A favor de que el dólar no vaya mucho más allá de donde está en este momento hay muy buenas razones: es en estas cotizaciones de alrededor de 1,45 contra el euro donde se ha detenido en momentos de gran debilidad en el pasado (la última vez en 1995 pero, también, en 1978). En cambio, si se toma como referencia el precio del oro, o la nueva composición de las reservas de divisas a que apuntan los principales bancos centrales, la cotización podría deslizarse hasta 1,65, algo digerible si se produjera de manera ordenada.

Y es que hay pánico a las caídas aceleradas de la cotización del dólar, algo que antes solía catalogarse con la expresión "crisis del dólar". Todo ello proviene de un reflejo condicionado de las etapas en que las monedas no flotaban libremente y en que el anuncio de la devaluación de una moneda prácticamente se convertía en un trauma nacional. Le ocurrió a la libra esterlina en los años sesenta y también al dólar en los setenta: la declaración de que éste ya no sería convertible en oro es uno de los hitos de la historia económica del siglo XX.

Eran tiempos en los que el secretario del Tesoro norteamericano, John Connally, se dirigía a los países europeos diciéndoles: "El dólar es nuestra moneda pero es vuestro problema", mientras que el presidente Richard Nixon imponía aranceles a las importaciones para forzar el que otros países revaluaran sus monedas. Sin embargo, hoy las devaluaciones se han convertido en depreciaciones paulatinas y sólo dan miedo si se producen de manera muy acelerada por lo que la expresión "crisis del dólar" se ha quedado un poco anticuada y, como tal, probablemente ya hayamos visto la última.

No obstante, ¿qué implicaciones tiene una depreciación adicional del dólar para la economía europea? No muy positivas. Y tampoco para la norteamericana. Para la europea esta apreciación del euro equivale a un endurecimiento de la política monetaria sin necesidad de que el Banco Central Europeo suba los tipos de interés (por su efecto de contención de la inflación y el impacto depresivo sobre las exportaciones europeas).

A la economía norteamericana supuestamente le ayudaría a reducir el déficit comercial (algo que no se ha producido a pesar de la depreciación que ha acumulado el dólar en los últimos cinco años) aunque le dificultara el contener la inflación.

Además, o precisamente por esto, podría tener el efecto perverso de provocar una subida de los tipos de interés de largo plazo, algo que no ayudaría nada a la resolución de su problema hipotecario. Un problema que, con permiso del ya difunto John Connally, antes era sólo suyo y ahora también es nuestro, con independencia que se realicen los cálculos en dólares o en euros.

Juan Ignacio Crespo es director europeo en Reuters Gestión de Activos.

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