Los kurdos iraquíes pactan al margen de Bagdad acuerdos con cuatro petroleras extranjeras

El Gobierno regional del Kurdistán iraquí ha anunciado esta semana cuatro nuevos acuerdos petroleros en contra de los deseos tanto del Gobierno de Bagdad como de EE UU. Ambos habían pedido a los responsables kurdos que esperaran a la aprobación de la ley federal sobre el petróleo, pero ésta se encuentra atascada en el Parlamento desde febrero, y el progresivo deterioro de la seguridad en el resto de Irak parece estar empujando a los kurdos a una política de hechos consumados que les permita mantener su oasis de estabilidad.

De acuerdo con la página web del Gobierno kurdo, dos de ...

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El Gobierno regional del Kurdistán iraquí ha anunciado esta semana cuatro nuevos acuerdos petroleros en contra de los deseos tanto del Gobierno de Bagdad como de EE UU. Ambos habían pedido a los responsables kurdos que esperaran a la aprobación de la ley federal sobre el petróleo, pero ésta se encuentra atascada en el Parlamento desde febrero, y el progresivo deterioro de la seguridad en el resto de Irak parece estar empujando a los kurdos a una política de hechos consumados que les permita mantener su oasis de estabilidad.

De acuerdo con la página web del Gobierno kurdo, dos de los contratos de producción compartida (PSC, en la jerga del sector) ya se han firmado con Heritage Energy Middle East Limited, una subsidiaria de la empresa canadiense Heritage Oil and Gas, y con Perenco, SA, una filial de la compañía francesa del mismo nombre. "La firma de los otros dos PSC con compañías internacionales reconocidas tendrá lugar pronto", añade el comunicado, que estima los proyectos en 355 millones de euros y anuncia también la construcción de dos nuevas refinerías.

"Se trata de proyectos de exploración en la parte más septentrional del país", explica el delegado de una multinacional del sector en la región, que los relaciona con el acuerdo firmado el mes pasado con Hunt Oil. La multinacional de Tejas, propiedad de un íntimo amigo y aliado del presidente George W. Bush, logró a finales de septiembre el primer contrato para buscar petróleo de una empresa extranjera en el Irak pos-Sadam.

Esa concesión, que se localiza en Dohuk, junto a la frontera con Turquía, fue tachada de "ilegal" por el ministro iraquí de Petróleo, Husein Shahristani. Según el Gobierno de Bagdad, los kurdos deberían haber esperado a la aprobación de la ley federal del petróleo antes de firmar ningún acuerdo. A pesar de la amistad de Ray Hunt con Bush, también los portavoces de EE UU en Irak se han mostrado críticos. Tras el fracaso de los sucesivos mojones políticos que fijaron desde la ocupación, contaban con esa ley como una última baza para reconciliar a las distintas comunidades (árabes chiíes, árabes suníes y kurdos).

Reparto de ingresos

Además de abrir a la inversión extranjera el sector del gas y el petróleo, hasta ahora en manos del Estado, el proyecto de ley da garantías de que los ingresos se repartirán de forma equitativa entre las 18 provincias. Sin embargo, las rivalidades intercomunitarias y el deseo de cada grupo de maximizar sus beneficios han retrasado su tramitación parlamentaria. La crisis del Gobierno de unidad nacional de Nuri al Maliki sólo añade otra dificultad a su aprobación cuando se presente ante la Cámara este mes.

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Entretanto, los kurdos han empezado a perder la paciencia. Por mucho que, como señalan fuentes petroleras, no sean una entidad nacional soberana, disfrutan de una independencia de facto desde que a raíz de la guerra de 1991, EE UU estableciera sobre la región una zona de exclusión aérea para el Ejército de Sadam. Aun así, sus dirigentes mostraron un gran pragmatismo al no exigir el reconocimiento tras la invasión de 2003 y mostrar su disposición a trabajar por un Irak unido. Uno de los dos líderes históricos kurdos, Yalal Talabani, preside el país desde la transferencia de soberanía en 2004.

Sin embargo, esa contención no está dando frutos. Al contrario, el norte kurdo teme verse arrastrado por el caos en el que está sumido el resto del país. Y la diferencia es tangible. Mientras que en Bagdad los aviones aterrizan y despegan en barrena para evitar el fuego antiaéreo de los insurgentes, en Erbil la mayor molestia que sufren los pasajeros son las colas del control de pasaportes. En la capital kurda apenas se ven armas de fuego y los soldados que vigilan los edificios oficiales lo hacen de forma relajada.

Es la única región de Irak adonde está llegando capital extranjero y los negocios salen adelante sin el sobresalto de los atentados cotidianos. De ahí el interés de las autoridades kurdas por construir su propia industria petrolera. De momento, sus portavoces dicen que sólo se trata de no demorar la firma de acuerdos para evitar retrasos en los ingresos y que repartirán los eventuales beneficios con todas las regiones del país.

Sin embargo, los observadores interpretan que los kurdos quieren poner al Gobierno central ante un hecho consumado. Aunque el volumen de las operaciones es aún pequeño, la firma de numerosos contratos con empresas extranjeras le obligaría a tener que aceptar las provisiones que los kurdos reclaman en la ley del petróleo.

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