Zapatero intenta dar un nuevo impulso a las relaciones con Rusia

El presidente del Gobierno se reúne hoy con Putin en un bucólico paraje del Mar Negro

El 30º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la entonces URSS y el hecho de que Rusia sea un país que sigue redefiniendo su espacio en la escena internacional, son las circunstancias que han propiciado la celebración, hoy, de una cumbre con Vladimir Putin, en la que el presidente José Luís Rodríguez Zapatero tratará de dar vigor a unas relaciones que no progresan como las partes quisieran. Un gran proyecto industrial podría reactivarlas.

El proyecto existe. Se trata de Baltic LNG, una planta de licuefacción de gas, cerca de San Petersburgo, con un presupuesto de...

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El 30º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas con la entonces URSS y el hecho de que Rusia sea un país que sigue redefiniendo su espacio en la escena internacional, son las circunstancias que han propiciado la celebración, hoy, de una cumbre con Vladimir Putin, en la que el presidente José Luís Rodríguez Zapatero tratará de dar vigor a unas relaciones que no progresan como las partes quisieran. Un gran proyecto industrial podría reactivarlas.

El proyecto existe. Se trata de Baltic LNG, una planta de licuefacción de gas, cerca de San Petersburgo, con un presupuesto de 4.000 millones de dólares (unos 3.000 millones de euros). Por su construcción pugna Iberdrola, que ya tiene en el bolsillo una central de ciclo combinado presupuestada en 311 millones. Técnicas Reunidas trabaja en una gran refinería a construir en Siberia, por cerca de 600 millones de dólares.

Un contrato de las dimensiones de la refinería de San Petersburgo podría significar el salto adelante que rusos y españoles vienen intentando en sus relaciones desde hace más de una década, aunque han topado siempre con la economía.

El secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León, admite que las relaciones económicas hispano-rusas han retrocedido, "podríamos decir que por razones casi históricas". Hubo una oleada inversora española en Rusia en la última década del pasado siglo. La crisis financiera y social de los últimos años de la presidencia de Borís Yeltsin precipitó a unas cuantas pymes que intervinieron en la operación a un abismo de inseguridad jurídica, y en más de un caso a la quiebra. Incluso Repsol cerró unas oficinas que ha vuelto a abrir ahora. Pero en general, los esfuerzos subsiguientes de Aznar y del propio Zapatero por enderezar la tendencia a la desinversión fueron fallidos. Las empresas no han recuperado la confianza.

Las exportaciones españolas a Rusia han venido creciendo al 37% en los últimos meses, pero también lo han hecho al 37% ó 39% las exportaciones rusas a España. Todo ello en un contexto comercial en el que nuestro país vende a los rusos anualmente por valor de 3.500 millones de dólares y les compra, sobre todo productos petrolíferos, por unos 7.300 millones de dólares.

Demasiado poco para sustentar el tejido de intereses sin el que las relaciones políticas, cuando no se apoyan en circunstancias muy concretas, como la vecindad, corren el riesgo de volverse retóricas. O de degenerar en incidentes verbales, como el que suscitó recientemente el propio Putin al señalar que, para corrupción, la que los ayuntamientos españoles han urdido en torno a la construcción.

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El tono político es, sin embargo, generalmente bueno. Putin hizo un viaje oficial a Madrid durante el mandato de Zapatero, y éste ha estado en Rusia dos veces, una de ellas para el aniversario de la Guerra Mundial.

Las dos partes han aproximado posiciones y demuestran bastante sintonía en la escena internacional. El Gobierno español ha mostrado sensibilidad a la amenaza terrorista en Chechenia. También ha tendido a desdramatizar sus diferencias con la Unión Europea, sobre el caso de Irán, por ejemplo, en el que ambos países subrayan ahora la importancia de la vía diplomática para resolver el conflicto sobre la energía nuclear.

Zapatero y Putin abordarán estas cuestiones junto a los temas económicos en el ambiente distendido, casi bucólico, de Sochi, una localidad a orillas del Mar Negro, donde el presidente ruso tiene su residencia veraniega. El español viaja prácticamente sin séquito, ya que la voluntad de su anfitrión es celebrar un encuentro casi íntimo, una larga conversación a solas. Es el mismo formato de entrevista que dedicó a la canciller alemana, Angela Merkel, y al primer ministro italiano, Romano Prodi. El único resultado concreto de la visita es la creación, a iniciativa española, del Foro Hispano-Ruso de Sociedades Civiles, que presidirán Álvaro Gil Robles, ex comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europea, e Igor Ivanov, ex ministro de Exteriores de Rusia.

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