Defensa familiar

Los futboleros saben bien cuál es la labor del jugador cuya demarcación es la de líbero: apagar fuegos, tapar errores de los compañeros, salir al quite. Bajo esta metáfora futbolística, el actor y director italiano Kim Rossi Stuart ha compuesto el estimable drama familiar Líbero, donde en principio podría parecer que es el padre el encargado de apagar los fuegos prendidos en el seno del hogar. Sin embargo, poco a poco, se va viendo que el verdadero defensa libre del equipo es un niño de 11 años que actúa de forma mucho más formada que sus mayores.

Atrapado entre el egoísmo y la g...

Los futboleros saben bien cuál es la labor del jugador cuya demarcación es la de líbero: apagar fuegos, tapar errores de los compañeros, salir al quite. Bajo esta metáfora futbolística, el actor y director italiano Kim Rossi Stuart ha compuesto el estimable drama familiar Líbero, donde en principio podría parecer que es el padre el encargado de apagar los fuegos prendidos en el seno del hogar. Sin embargo, poco a poco, se va viendo que el verdadero defensa libre del equipo es un niño de 11 años que actúa de forma mucho más formada que sus mayores.

Atrapado entre el egoísmo y la golfería de una madre que ejerce por temporadas y los errores de un padre que trata a los niños como adultos cuando hay que tratarlos como niños y como niños cuando hay que tratarlos como adultos, el chaval protagonista es una veleta a la intemperie que, a pesar de todo, consigue fijar el rumbo. Rossi Stuart, que ya había demostrado buena mano con los niños en la magistral Las llaves de la casa (Gianni Amelio, 2004), lo corrobora en esta su ópera prima como director, aunque quizá se le va un tanto consigo mismo. Así, su gritona y algo plana interpretación es de las pocas debilidades de una película sensible, reconocible y por momentos perturbadora. Con la cámara siempre a la altura de los ojos, el realizador sigue a sus criaturas con fluidez. Mientras, el guión de manual escrito por Rossi junto a tres colaboradores impone sus giros dramáticos con la fuerza de la desgarradora sorpresa. Una fórmula que, lejos de mostrarse prefabricada, lo que provoca es la clásica renovación del interés ante las historias bien contadas.