Columna

Gamberros

¿De verdad tenemos que dar tanta importancia a unos pocos centenares de gamberros que queman una foto de los Reyes? Caramba, esos pobres tipos deben de sentirse en el más pleno éxtasis de la gamberrez. Veamos, se junta una tropilla de alborotadores inciviles, prenden fuego a una foto y, zas, les subimos a las primeras páginas de los periódicos, que es como elevarlos a los altares. Les recuerdo que está demostrado el efecto llamada que los medios producen en algunos sucesos, sobre todo cuando en ellos interviene gente inmadura y con la cabeza algo fosfatinada. Por ejemplo, se sabe que publicar ...

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¿De verdad tenemos que dar tanta importancia a unos pocos centenares de gamberros que queman una foto de los Reyes? Caramba, esos pobres tipos deben de sentirse en el más pleno éxtasis de la gamberrez. Veamos, se junta una tropilla de alborotadores inciviles, prenden fuego a una foto y, zas, les subimos a las primeras páginas de los periódicos, que es como elevarlos a los altares. Les recuerdo que está demostrado el efecto llamada que los medios producen en algunos sucesos, sobre todo cuando en ellos interviene gente inmadura y con la cabeza algo fosfatinada. Por ejemplo, se sabe que publicar noticias sobre suicidios de adolescentes puede provocar nuevos suicidios. Del mismo modo, tomar en serio la exhibicionista tontería de cuatro insensatos puede fomentar el disparate. O las mini-manifestaciones de apoyo de 400 personas, a las que de nuevo prestamos demasiada atención. Ya me gustaría a mí recibir semejante cobertura cuando nos manifestamos 4.000 en pro de los animales, por ejemplo.

Lo que sí es serio es el tema del modelo de Estado que queremos. Serio e interesante, pero no grave. No veo ningún peligro en reflexionar públicamente sobre las ventajas y las desventajas de una monarquía democrática frente a un sistema presidencialista, porque ambas opciones son sensatas y tienen sus pros y sus contras. ¿Por qué no se va a poder hablar de ello? Pero no hay ninguna urgencia en dirimir el asunto: me parece que hoy por hoy a la mayoría de la gente le importa un pito. En cualquier caso es un debate natural en una sociedad y, si dejan de tocarnos las narices, será algo que asumiremos naturalmente. Que los políticos no vuelvan a abrir con este tema otra nueva trinchera artificial. Dar tanta importancia a unos camorristas forma parte de esa desmesura (lo mismo que secuestrar la portada de El Jueves). Padecemos una fatal tendencia a echar más madera al fuego de los violentos, desde los gamberros a los asesinos etarras. O sea: creo que les hacemos demasiado caso. Que un puñado de vándalos y criminales marquen toda la vida política del país me parece un error por nuestra parte. No les elevemos al nivel de interlocutores y no hablemos tanto de ellos. El desprecio también es un arma.

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