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¿Perla o mejillón?

La tradición dice que hay que pisar la isla de Santa Clara si se aspira a ser un donostiarra adoptivo. Sólo por escuchar la música de su chiringuito ya merece la pena subirse al barco rumbo al centro de la bahía.

La leyenda es tontería, pero dicen los de San Sebastián que para conseguir el carné de hijo adoptivo de la ciudad es imprescindible cumplir varios requisitos. Uno de ellos supone aporrear un tambor en la festividad de San Sebastián, pero ahora, que es temporada playera en Donosti, es el momento de visitar la isla de Santa Clara. Ese pedazo de tierra de 48 metros de altura y 5,6...

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La tradición dice que hay que pisar la isla de Santa Clara si se aspira a ser un donostiarra adoptivo. Sólo por escuchar la música de su chiringuito ya merece la pena subirse al barco rumbo al centro de la bahía.

La leyenda es tontería, pero dicen los de San Sebastián que para conseguir el carné de hijo adoptivo de la ciudad es imprescindible cumplir varios requisitos. Uno de ellos supone aporrear un tambor en la festividad de San Sebastián, pero ahora, que es temporada playera en Donosti, es el momento de visitar la isla de Santa Clara. Ese pedazo de tierra de 48 metros de altura y 5,6 hectáreas situado en mitad de la bahía y que desde la barandilla del paseo de la Concha es para los más sensibles una perla con faro y para los más tragones tiene forma de mejillón rebozado de esos que fríen con primor en la parte vieja.

El paseo es delicioso. Lo primero es pasarse por la caseta situada en el muelle, bajo la atenta mirada del Sagrado Corazón que corona el monte Urgull y sacar un billete de ida y vuelta (3,40 euros) y esperar a que la chalupa atraque en el lugar indicado. Puede llamarse Aitona Julián (El Abuelo Julián) o Virgen del Carmen. Parten hacia y de la isla cada media hora, y en esta época van abarrotados (horarios de 10 de la mañana a 20.30). El trayecto, que dura apenas cinco minutos, es una oportunidad fotográfica sin parangón para los aspirantes a donostiarras adoptivos. La playa al fondo, el skyline de Donosti con el capuchón del Buen Pastor como indicativo, el monte que se aleja...

El embarcadero de Santa Clara está justo al lado de la pequeña y única playa que posee el islote. Sin embargo, es de necesidad ver la cara oculta de este mejillón haciendo un paseo que lleva por paisajes típicos de monte a rodear sus acantilados hasta llegar al faro deshabitado. En el camino, uno se puede detener en merenderos estratégicamente situados a la sombra a comerse el bocata o lo que haga falta. También, como suspendidos sobre el mar, se diseminan una especie de reservados naturales imprescindibles para parejas con problemas de vivienda (que en esta carísima ciudad son muchos). Y en dos cosas gana por goleada esta isla a Donosti: en la calidad musical de su chiringuito (The Verve, soul y R'n'b que invita a bailar, aunque esto no es Ibiza, ojo) y la posibilidad de espiar a los peces provistos de gafas, aletas y tubo.

El barco, a punto de atracar en la isla de Santa Clara, en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

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