Crítica:

Alcurnia del crimen

Las dificultades para que el legado mafioso ejerza su poder no parecen tener fronteras, tiempo ni lugar. Las mismas dudas que acechaban al joven Michael Corleone de la primera entrega de la saga de El padrino son las que anidan en la mente del protagonista de Election 2.

"Yo no soy un gánster, sólo soy un hombre de negocios", afirma con contundencia y reiteración, reacio a tomar el mando de los tejemanejes criminales de su clan. Nápoles, Nueva York, Hong Kong. Las jóvenes generaciones quieren escapar del reguero de sangre heredado por sus mayores, pero el peso de la tradic...

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Las dificultades para que el legado mafioso ejerza su poder no parecen tener fronteras, tiempo ni lugar. Las mismas dudas que acechaban al joven Michael Corleone de la primera entrega de la saga de El padrino son las que anidan en la mente del protagonista de Election 2.

"Yo no soy un gánster, sólo soy un hombre de negocios", afirma con contundencia y reiteración, reacio a tomar el mando de los tejemanejes criminales de su clan. Nápoles, Nueva York, Hong Kong. Las jóvenes generaciones quieren escapar del reguero de sangre heredado por sus mayores, pero el peso de la tradición, el poder de la barbarie y la furiosa alcurnia acaban instalándose en los que pretenden dar nuevos y, sobre todo, legales bríos al marchamo de las jugosas operaciones mercantiles.

ELECTION 2

Dirección: Johnny Too. Intérpretes: Louis Ko, Simon Yam, Nick Cheung, Ka Tung Lam. Género: acción. Hong Kong, 2006. Duración: 92 minutos.

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Johnny To, veterano del cine realizado en Hong Kong y un todoterreno de los géneros, traspasó fronteras gracias al éxito que logró en medio mundo Election (2005), una película quizá algo sobrevalorada por una parte de la crítica, pero sin duda dotada de escenas ciertamente abrumadoras. Con muy buen sentido histórico, el realizador hongkonés comienza su segunda entrega tirando de archivos fotográficos con imágenes de las míticas tríadas, creadas en el siglo XIX en medio del colonialismo británico como método de autoprotección. Un prólogo que ayuda a comprender aún más lo que hay detrás de este conservadurismo mafioso anclado en el pasado.

Con una fuerte carga de violento lirismo, Johnny To prefiere componer sus secuencias de acción a través del menor número de planos posibles, lo que le lleva a un resultado un tanto dispar. Cuando no utiliza música de apoyo, acostumbrados como estamos en el cine moderno a los montajes dinámicos amparados en distintos puntos de vista y en continuos planos detalle, dichas escenas dan una impresión un tanto pedestre. Sin embargo, cuando decide introducir sus músicas de contraste (en el caso que nos ocupa, con los instrumentos de cuerda como protagonistas) y la cámara se aleja para dar al espectador una reparadora distancia respecto de la brutalidad que está viendo en la pantalla, el autor consigue dotar de poesía a momentos de criminal repugnancia.

Más cercano al estilo del japonés Takeshi Kitano que al de su compatriota John Woo, con el que a veces se le ha comparado sin que sus técnicas tengan mucho que ver, sobre todo en el montaje, To tira de cadencia y de pesadumbre para ilustrar su radiografía del determinismo mafioso.

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