Crítica:

Raíles de ironía

En su nueva novela, Corazón, el escritor madrileño nacido en enero de 1967, que firma con las siglas F. M. y es autor de títulos como Cuentos de X, Y y Z, Ciclos y El sentido (todos en Lengua de Trapo), nos entrega una historia de fronteras. Una novela ambientada en la conquista del Oeste americano.

No es una novela histórica. Es un ejercicio de sentido literario que acude a un momento del imperio de nuestros días, cuando la vieja dicotomía civilización o barbarie se decantó por la barbarie maquillada de civilización. En una palabra, el Progreso. F. M. nos cu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En su nueva novela, Corazón, el escritor madrileño nacido en enero de 1967, que firma con las siglas F. M. y es autor de títulos como Cuentos de X, Y y Z, Ciclos y El sentido (todos en Lengua de Trapo), nos entrega una historia de fronteras. Una novela ambientada en la conquista del Oeste americano.

No es una novela histórica. Es un ejercicio de sentido literario que acude a un momento del imperio de nuestros días, cuando la vieja dicotomía civilización o barbarie se decantó por la barbarie maquillada de civilización. En una palabra, el Progreso. F. M. nos cuenta una historia. Y lo hace con el pulso de las mejores historias aventureras. (Y agregaría, una destilación estilística del mejor Francis Bret Harte). Es una historia del siglo XIX, es verdad. Pero F. M. se las ingenió con talento y rigor estilístico para encarar una especie de deconstrucción de la metáfora edulcorada y optimista del progreso. O lo que es lo mismo, del indio cruel que cortaba cueros cabelludos a los desamparados rostros pálidos de las películas americanas de los años cincuenta y sesenta.

CORAZÓN

F. M.

Mondadori. Barcelona, 2007

235 páginas. 16,90 euros

En Corazón se nos narra en tercera persona la épica de la ocupación de los territorios indios por parte de las grandes compañías de ferrocarriles, previa introducción de colonos como avanzadilla. Y se nos narran estos hechos desde la perspectiva del ingeniero de puentes Wilson. Éste tiene un hijo del que debe separarse para cumplir su papel de diseñador de la línea ferroviaria que unirá el este con el oeste, tras la liquidación física de las tribus autóctonas. Años más tarde, el hijo de Wilson, camino de reunirse con su padre, es secuestrado por los indios. Éste crece y se convierte en uno más de ellos.

Y es aquí, en esta circuns

tancia casi melodramática, que la novela de F. M. adquiere su magnífico vértigo narrativo (que nada tiene que ver con la "fluidez de estilo" que menospreciaba Charles Baudelaire en sus escritos críticos) y su acierto metafórico. Puede que el título de esta novela haga creer a los lectores en un homenaje a la novela juvenil del mismo título de D'Amicis. En uno de sus célebres relatos un niño va a Argentina a buscar a su madre.

En la de F. M. la búsqueda se invierte. Y como F. M. no puede ser infiel a la verdad histórica, el final de su novela no puede acabar bien. Y aquí estriba la luminosa ironía de su relato. Que siendo una historia del pasado, lo es fundamentalmente del futuro que nos espera a la vuelta de la esquina.

Archivado En