AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA

La gobernanza económica de la UE

SARKOZY NO SÓLO AGITA las aguas profundas y arrebata iniciativas (y personas) a las fuerzas progresistas en Francia, sino que intenta hacer lo mismo en la Unión Europea (UE). Por ejemplo, en diversas ocasiones se ha pronunciado a favor de un gobierno económico para Europa, bandera tradicional de la izquierda, y la semana pasada, en la reunión de los ministros de Economía de los países de la zona euro, adecuó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) a los intereses de su país -retraso de dos años del equilibrio presupuestario francés- y dijo a los demás: o lo toman, o lo dejan.

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SARKOZY NO SÓLO AGITA las aguas profundas y arrebata iniciativas (y personas) a las fuerzas progresistas en Francia, sino que intenta hacer lo mismo en la Unión Europea (UE). Por ejemplo, en diversas ocasiones se ha pronunciado a favor de un gobierno económico para Europa, bandera tradicional de la izquierda, y la semana pasada, en la reunión de los ministros de Economía de los países de la zona euro, adecuó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) a los intereses de su país -retraso de dos años del equilibrio presupuestario francés- y dijo a los demás: o lo toman, o lo dejan.

La idea de un gobierno económico europeo ya la subrayó Sarkozy en su primera visita como presidente de Francia a Bruselas, y la sobaron bastante sus principales asesores de política internacional, Michel Barnier y Alain Lamassoure, durante la campaña electoral: el futuro de Europa pasa por reforzar la identidad económica y comercial de la UE, lo que implicaría en primer lugar la construcción de un gobierno económico para la eurozona.

El presidente francés intenta arrebatar a la izquierda la bandera de un gobierno económico para Europa. Su ideario se asemeja, cada vez más, al de un liberal para los de abajo y un intervencionista para los más acomodados

Es tal el empuje mediático del presidente francés en estos momentos que sus declaraciones opacan las de otros muchos, de distintos espectros sociológicos, que llevan mucho tiempo defendiendo en el desierto la necesidad de potenciar la gobernanza económica europea. Por ejemplo, el siempre lúcido ex presidente de la Comisión Jacques Delors ha declarado que el reforzamiento del Eurogrupo (ministros de Economía de los 12 países europeos que usan el euro como moneda única, al que pronto se unirán Malta y Chipre) sería "el germen de un gobierno económico europeo, que coordinaría las políticas económicas, dialogaría de igual a igual con el Banco Central Europeo (BCE) y avanzaría en la armonización de los impuestos y las políticas sociales en Europa".

Algo de esto se ha conseguido en la última reunión del Eurogrupo, la pasada semana, ya que sus responsables han decidido institucionalizar sus conversaciones de manera previa a las cumbres del Ecofin (ministros de Economía de los Veintisiete, pertenezcan o no a la zona euro). Así que, a partir de ahora, el Eurogrupo se anticipará siempre al Ecofin, en una especie de reconocimiento práctico de la Europa de dos velocidades, y evitando la parálisis que muchas veces imponen países como el Reino Unido o la Polonia de los hermanos Kacinsky.

Una reflexión profunda sobre el gobierno económico de Europa se halla contemplada en el estudio titulado 'Posibilidades de mejora de la gobernanza económica en Europa', elaborado por el profesor Carlos Mulas, dentro del volumen Superar la crisis constitucional profundizando en la integración europea (Instituto Elcano). En el trabajo citado se sugiere que España sea promotora del gobierno económico no sólo como contrapeso del BCE, sino como un paso fundamental para la coordinación real de las políticas económicas y fiscales, para el impulso de las reformas de Lisboa relacionadas con el crecimiento y el empleo, y para el desarrollo de una economía europea más sostenible y con una mayor cohesión social.

Conseguida la moratoria para llegar al equilibrio presupuestario -lo que él llama una "interpretación inteligente y dinámica" del PEC- y eliminado por su iniciativa el concepto de "libre iniciativa" en el texto que sustituirá al tratado constitucional, Sarkozy trabaja ahora en su reforma fiscal -está ya en la Asamblea Nacional-, que significa la detracción de entre 11.000 y 13.500 millones de impuestos al presupuesto francés en reducciones y eliminaciones de impuestos directos (lo que influye decisivamente en el déficit público). Con una composición muy peculiar: muchas más dádivas y descuentos a las clases acomodadas que a las menos favorecidas. Una muestra más de esa definición del personaje, que intenta escapar de las más simplistas: Sarkozy es un gran liberal para los de abajo y un gran intervencionista para los de arriba. Mezcla explosiva que dará mucho juego en la República Francesa.

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