Crítica:

Como si uno hubiera muerto

Las magnitudes de este caso son cósmicas: el volumen reúne nada más que el 15% de lo que contienen los ciento sesenta y pico cuadernos de diario personal que el periodista y escritor Ignacio Carrión ha mantenido vivos desde 1961 y hasta, al menos, el 8 de febrero de 2007 a las 17.50. Todo empieza en casa con una madre mentalmente desequilibrada por los barbitúricos, la insania y el alcohol, un padre rigurosamente cumplidor con la santa madre (Iglesia), un ámbito de violencia doméstica irrespirable y corruptor, y una propensión maniaca y metódica a la inspección propia y al registro selectivo d...

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Las magnitudes de este caso son cósmicas: el volumen reúne nada más que el 15% de lo que contienen los ciento sesenta y pico cuadernos de diario personal que el periodista y escritor Ignacio Carrión ha mantenido vivos desde 1961 y hasta, al menos, el 8 de febrero de 2007 a las 17.50. Todo empieza en casa con una madre mentalmente desequilibrada por los barbitúricos, la insania y el alcohol, un padre rigurosamente cumplidor con la santa madre (Iglesia), un ámbito de violencia doméstica irrespirable y corruptor, y una propensión maniaca y metódica a la inspección propia y al registro selectivo de lo vivido. El mandato ético de fondo es obstinado y conmovedor porque nace de la rebeldía y el ansia por entender sin mentir, conocer y comprender sin refugios teatrales para uno mismo y con prosa directa, eficaz, intolerante o inflexible en su misma pulsión de verdad a menudo iracunda.

DIARIOS. LA HIERBA CRECE DESPACIO

Ignacio Carrión

Edaf. Madrid, 2007

988 páginas. 36 euros

Y de ahí los sarcasmos y las ridiculizaciones, el retrato negro y horneado en la indignación contra gobiernos y gobernantes, contra la prensa, contra escritores banales o de los otros (¿?), sin casi asomo ni de equis ni de íes enigmáticas sino casi siempre con los nombres enteros (el de Aznar como acrónimo de la mentira mucho antes de 2004, el de Felipe González o el de Adolfo Suárez cuando lo veía como "falangista moderado", en diciembre de 1975). Y por supuesto no se salva este periódico, como no se salva tampoco de la acritud directa y sarcástica la patética figura que es hace tantos años y ya en tantos libros Luis María Anson, ni se perdona sarcasmo a la trampa descarada y promovida abiertamente por Pedro J. Ramírez desde Diario 16 primero y después, y muy sobre todo, desde El Mundo (con la conspiración aquella de entonces, 1996, en torno a Cela y que tanto se parece a la de ahora), ni tampoco bastarán los polvos de talco para las heridas escritas que deja para tantos autores de las letras y el periodismo contemporáneo.

En las mil páginas acecha esa suerte de impudor que a veces despiertan los diarios íntimos: meterse en la cama, en las fantasías secretas, en los errores garrafales, en los rencores largos y a veces justos y en las miserias (y en las dichas y los amores, las paces que a veces da la angustia) de un hombre a quien se ha leído mil veces como enviado especial de los diarios que he citado hasta septiembre de 2003. El asco físico ante la triquiñuela falseadora o el embuste edulcorante se puede haber aprendido en la prensa británica pero en todo caso Josep Pla es referente central: "Sencillo, directo y osado. La antítesis de la retórica". Y en ese camino está la aspiración cumplida de hacer "literatura interior antiliteraria", sostenerse en las "muletas" vitales de estos diarios y convertirlos en lo que puede acabar siendo, y son todas citas de sus diarios, un "hogar duradero" en nuestra literatura.

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