Socorrer a la democracia
Cada vez más se prodiga la impudicia de los poderosos pavoneándose en la pasarela de la política. Se presentan como nuevos e imprescindibles innovadores del Estado de derecho a través de rancios populismos, endilgan a las receptivas masas, mediaticoadictas o no, la imperiosa necesidad de dominar las instituciones representativas que legislen a favor de sus intereses, revestidos éstos de bien público o común, el cual, devaluado, desaparece ante los cantos de sirena del beneficio en la supuesta modernidad ultraliberal, que genera duraderos y modernos esclavos del préstamo creyéndose propietarios...
Cada vez más se prodiga la impudicia de los poderosos pavoneándose en la pasarela de la política. Se presentan como nuevos e imprescindibles innovadores del Estado de derecho a través de rancios populismos, endilgan a las receptivas masas, mediaticoadictas o no, la imperiosa necesidad de dominar las instituciones representativas que legislen a favor de sus intereses, revestidos éstos de bien público o común, el cual, devaluado, desaparece ante los cantos de sirena del beneficio en la supuesta modernidad ultraliberal, que genera duraderos y modernos esclavos del préstamo creyéndose propietarios.
Cuantas más imputaciones judiciales tienen, incluso condenas, la mayoría de votos les hace exhibirse como avalados benefactores de ciudades, países o Estados. Desde estos parámetros, tan incrustados en la depauperada democracia de las propias sociedades ricas, y en nombre de la seguridad, se proyectan los impedimentos reales que reducen a las pobres a una creciente indigencia e indignidad. Una buena iniciativa para socorrer a la democracia es reunir un G-8 de los países más pobres del mundo, como proponen José Saramago, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo.