Crítica:FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Malabarismos entrañables

En una novela publicada en 1994, Himno del ángel parado en una pata, el escritor chileno Hernán Rivera Letelier resolvía espléndidamente un asunto literario de difícil gestión. En un paisaje humano y físico próximo al desierto de Atacama, un paisaje salitrero como el que ahora nos describe en su nueva novela, El fantasista, Rivera Letelier se sacaba de su chistera un héroe de novela de formación en medio de la más absoluta desesperanza y pobreza material. El refinamiento espiritual que se le supone a un héroe de aquella naturaleza encontraba todo su sentido literario y ético incl...

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En una novela publicada en 1994, Himno del ángel parado en una pata, el escritor chileno Hernán Rivera Letelier resolvía espléndidamente un asunto literario de difícil gestión. En un paisaje humano y físico próximo al desierto de Atacama, un paisaje salitrero como el que ahora nos describe en su nueva novela, El fantasista, Rivera Letelier se sacaba de su chistera un héroe de novela de formación en medio de la más absoluta desesperanza y pobreza material. El refinamiento espiritual que se le supone a un héroe de aquella naturaleza encontraba todo su sentido literario y ético incluso en el medio social tan adverso en que el escritor chileno lo situaba. Un aire de fábula poderosa alentaba esas páginas, la misma que repitió unos años más tarde en Fatamorgana de amor con banda de música. Ahora en El fantasista, Rivera Letelier vuelve a repetir una fórmula que en sus manos no da nunca la sensación de agotamiento. Un aire de fábula, de encantamiento acerado.

EL FANTASISTA

Hernán Rivera Letelier

Alfaguara. Madrid, 2007

192 páginas. 16 euros

La anécdota central de la novela es un partido de fútbol decisivo. La acción, narrada desde una voz colectiva, transcurre en un campo salitrero a punto de ser desmantelado. Una especie de territorio fantasma donde de pronto un día se suscita una expectativa capital, dicho partido, para una memoria que está a punto de ser eliminada. Un día a la población llega un hombre acompañado de una mujer. El forastero trae consigo un arte imprevisible. Es un malabarista del balón. Los lugareños ven en ese dominio artístico la solución a las derrotas que el equipo del campamento vecino les inflige con humillante regularidad. Rivera Letelier compone un personaje entrañable en la figura del malabarista. El hecho de que este artista del balón despierte en la comunidad una apetencia mesiánica casi legendaria aumenta la consistencia humorística del relato. Pero también apuntala su estructura de crónica lírica de un territorio físico y humano en vías de extinción. Aquí estriba el hallazgo irónico de esta intensa novela. Unir la fábula no a la fundación de ningún reino sino a su liquidación. Homenajes no faltan. El que rinde por supuesto el autor al fútbol. El que rinde al relator de fútbol en la figura de un inolvidable personaje como Cachimocho Farfán. Y, sobre todo, a esa figura trágica en que a veces se convierte un jugador: ese que debe decidir en una jugada crucial la consecución del minuto de gloria al que todos tenemos derecho en la vida. A los que les gusta el fútbol esta novela les interesará mucho. Y a los que no, también. Hernán Rivera Letelier defiende la teoría según la cual no hay lance futbolístico, "como cualquier asunto importante en esta vida", que adquiera relevancia si no se relata. Yo diría que ésta es también una teoría sobre la literatura.

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