Tribuna:AULA LIBRE

Falso dilema en la formación del profesorado de secundaria

En la sección de Educación del día 19 de marzo, el señor Francisco Rodríguez Adrados publicó un artículo - "Enseñanza y conocimiento"- en el que se me atribuían una serie de despropósitos. No es mi intención defenderme, pero considero necesario comentar algunas ideas que aparecen en dicho artículo, aunque sólo sea para contrastar puntos de vista.

En el debate sobre educación resulta básico establecer el punto de partida. Como bien dijo Norberto Bobbio, lo que diferencia la izquierda de la derecha es la diversa actitud de las dos partes ante el tema de la igualdad. Los primeros otorgan l...

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En la sección de Educación del día 19 de marzo, el señor Francisco Rodríguez Adrados publicó un artículo - "Enseñanza y conocimiento"- en el que se me atribuían una serie de despropósitos. No es mi intención defenderme, pero considero necesario comentar algunas ideas que aparecen en dicho artículo, aunque sólo sea para contrastar puntos de vista.

En el debate sobre educación resulta básico establecer el punto de partida. Como bien dijo Norberto Bobbio, lo que diferencia la izquierda de la derecha es la diversa actitud de las dos partes ante el tema de la igualdad. Los primeros otorgan la mayor importancia a cuanto iguala en sus derechos y en sus deberes a todos los ciudadanos, o a las formas que tratan de reducir los factores de desigualdad. Aquellos que se consideran de derechas están convencidos de que las desigualdades no se pueden eliminar debido a determinantes genéticos o sociales y consideran inútiles los esfuerzos en este sentido. Para quienes tienen una concepción educativa de derechas la escuela integrada es una utopía y consideran necesaria la estratificación de los alumnos y alumnas en cuanto a la duración y a la calidad de su formación, y la defienden como el mejor sistema para el bien de todos. Evidentemente, estas ideas tienen mucho que ver con la política, pero no siempre se corresponden con gobiernos de uno u otro signo y admiten muchos matices.

Siempre me he identificado con quienes defienden una escuela integrada para los futuros ciudadanos de una sociedad democrática, y una educación obligatoria de calidad tan larga como sea posible. Más educación para todos supone alargar la escolaridad obligatoria por abajo y por arriba. La escolarización de los niños y niñas de infantil (3-6 años) es indispensable para poner las bases de la socialización y del conocimiento y para poder aplicar las políticas compensatorias oportunas en cuanto se detecta un problema de aprendizaje o de conducta. La educación compensatoria, tan intensa y tan larga como sea necesaria, es condición indispensable para hacer posible una educación integrada que se alargue hasta los 16 años. Algunas personas consideran esta empresa imposible, sin embargo, el sistema rige entre otros países en Finlandia que ha conseguido encabezar el ranking de rendimiento escolar en el famoso informe Pisa. Que la enseñanza obligatoria integrada sea posible no implica que sea fácil.

A mi entender, la LOGSE significó un notable progreso. El hecho de alargar la escolaridad hasta los 16 años, en principio, fue bien recibida por el mundo empresarial porque la economía reclamaba más formación para los trabajadores en un mundo tecnificado y en cambio acelerado. Sin embargo, a la vuelta del siglo, una visión neoliberal cada vez más radical y atenta a los progresos de las nuevas tecnologías de la gestión considera que en un mundo globalizado, minorías bien formadas pueden dirigir la economía. Por otra parte, la escuela integrada y de calidad para todos resulta muy cara y sin las inversiones necesarias y la correcta formación del profesorado presenta muchos problemas, entre ellos un índice increíble de fracaso escolar y un elevado grado de conflictividad

El fracaso escolar no es el resultado de las propuestas educativas de la LOGSE, como pretenden algunos, ni consecuencia de que la Psicología diga que para enseñar hay que tener en cuenta como aprenden los alumnos, ni de que la Pedagogía haya reflexionado sobre la organización escolar, la Sociología de la Educación muestre la importancia del capital social en el rendimiento escolar, y las Didácticas Específicas creen una teoría y una práctica para enseñar una materia de manera que todos los alumnos puedan aprender. Tampoco parece imputable a una falta de exigencia si tenemos en cuenta que en Cataluña, por ejemplo, en Secundaria obligatoria, superan todo el curso el 59,5 % de los alumnos. A mi entender, ocurre todo lo contrario. El fracaso escolar es debido a que estos conocimientos existen pero, con honrosas excepciones, no se aplican, y no se puede mantener una Secundaria integrada hasta los 16 años sin que los profesores tengan una formación profesional para hacerlo posible y los centros una organización adecuada a las necesidades de una sociedad que ha cambiado profundamente.

Que sea necesaria una formación profesional para los profesores de Secundaria para nada implica desatender el conocimiento. Desde siempre se sabe que para enseñar hay que dominar un campo de conocimiento, pero hoy, con la democratización de la educación esto no basta, se precisa también una formación profesional teórico y práctica. El objetivo de un departamento universitario de química es hacer avanzar el conocimiento de la materia y formar químicos. El objetivo de la formación profesional es hacer de este químico un profesor de química. Cuesta creer que haya personas que defiendan que es posible enseñar y educar sin una preparación específica, ¿es que la enseñanza es la única ciencia infusa?

En España el profesorado de Secundaria cuenta con una buena preparación académica, quizás excesivamente especializada, y con una preparación profesional que se reduce al CAP, un cursillo de adaptación pedagógica totalmente insuficiente. Este CAP hace años que está agonizando pero luego resucita y se prorroga. Actualmente, los países de la Unión Europea se han planteado el problema de la formación profesional del profesorado de Secundaria y parece que esta preocupación compartida aportará finalmente propuestas más adecuadas.

En cuanto a las Didácticas Específicas a las que nadie ha prestado atención hasta ahora cuando se vislumbra la posibilidad de unas plazas y unos créditos, se están convirtiendo en campo de batalla entre los departamentos de las diversas materias y los departamentos de didáctica. A mi entender, la Didáctica Específica debe impartirla quien demuestre tener los conocimientos teóricos y prácticos exigibles: Un profundo conocimiento de la materia que pretende enseñar, práctica docente en Secundaria valorada positivamente por la administración y por el centro, y un amplio conocimiento de la reflexión propia de la didáctica y de los objetivos que le son propios. Quizás sea hora de aparcar maniobras de dominio, desgraciadamente frecuentes en la universidad, y llegar a acuerdos y colaboraciones entre los diversos departamentos implicados en beneficio de la necesaria mejora de la educación de los ciudadanos de este país.

Pilar Benejam Arguimbau es catedrática de Didáctica de las Ciencias sociales. Emérita de la Universitat Autònoma de Barcelona

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