Columna

Igualdad sin ira (pero con vino)

Qué cantidad de melonadas y lugares comunes se habrán podido verter contra la Ley de Igualdad, ya definitiva y venturosamente aprobada. No es del género menor aquella de que con leyes no basta (descubriendo el Mediterráneo), parida de "normaescépticos" que si fueran coherentes renunciarían también al resto de códigos que, parlamentados democráticamente, rigen (o deberían regir) la humana convivencia.

Fuera. Ni un pensamiento más a la vacuidad mental disfrazada de apuesta por una meritocracia que ya se ha mostrado más que ficticia. ¿Cómo era aquello de que es discriminatorio ayudar a los...

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Qué cantidad de melonadas y lugares comunes se habrán podido verter contra la Ley de Igualdad, ya definitiva y venturosamente aprobada. No es del género menor aquella de que con leyes no basta (descubriendo el Mediterráneo), parida de "normaescépticos" que si fueran coherentes renunciarían también al resto de códigos que, parlamentados democráticamente, rigen (o deberían regir) la humana convivencia.

Fuera. Ni un pensamiento más a la vacuidad mental disfrazada de apuesta por una meritocracia que ya se ha mostrado más que ficticia. ¿Cómo era aquello de que es discriminatorio ayudar a los grupos marginados puesto que "quien vale, llega"? Ja. Ja. Y ja. La Historia está llena de ejemplos, desde luego, pero de lo contrario.

Hoy importa más subrayar el papel que las propias mujeres han jugado en la elaboración y aprobación de esta ley, ya que es seguro que, por muy feminista (como le gritan sus fans) que nos haya salido Rodríguez Zapatero, su inclusión en la agenda de prioridades habría sido mucho más incierta sin el concurso de algunas políticas influyentes. Aún así me consta que no fue fácil, y sobre esto nos podrían desvelar algunas cuitas Micaela Navarro, Carmen Alborch y la propia María Teresa Fernández de la Vega.

Ahora, de nuevo, los aguafiestas sacarán a pasear los infames ejemplos de aquellas poderosas que muestran beligerancia contra la causa de sus compañeras. No, no olvidamos a Thatcher, ni a las viudas que heredaron atroces dictaduras, ni a Condoleezza Rice, tan desclasada como negra y como mujer... ni a Esperanza Aguirre, que acaba de regalar el premio de La Igualdad (12.000 euros) al manipulador Manuel Soriano, director de Telemadrid, que está imputado por un delito de acoso sexual a su secretaria.

A cambio de eso, la chilena Bachelet se ha propuesto facilitar el control de la natalidad, entre otras cosas; Ségolène Royal se compromete a diseñar en Francia una política "para" las mujeres; las latinoamericanas luchan por aumentar aquel irrisorio 5% de alcaldesas; Rigoberta Menchú firma en Guatemala, en pos de la presidencia, un "pacto de damas" con la activista humanitaria Nineth Montenegro; en EEUU la presidenta del Congreso Nancy Pelosi obtuvo el 80% de los votos de San Francisco, pero ahora una "mano desconocida" ha colgado en Youtube un vídeo contra Hillary Clinton y a favor de Obama, porque todavía prefieren un presidente negro a una presidenta de cualquier color. También las señoras con sobrados méritos se topan a cada rato con la ira misógina, por eso la igualdad o la seguimos peleando las mujeres, o no será.

Con mirada introspectiva y un tanto iracunda quisiera comentar la resaca de basuras y orines con que amaneció Valencia el día 20, y en la que aún sigue en parte.

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En este ambiente del valetudo las Fallas ya son para la gente más joven un macro-botellón contra el que no hay leyes que valgan, o que se apliquen. Claro, se entiende que es difícil cargar con la cachiporra contra miles y miles de imberbes que beben y desbeben, por arriba y por abajo, en parques y jardines. La autoridad se muestra preocupada por estos atracones, y los farmacéuticos de Alicante han iniciado una campaña de prevención porque dicen que consume alcohol el 65% de los adolescentes, aunque las familias (¿también ciegas de gin?) sólo conocen el 20%. Mi niño me priva lo normal. Y esa muchachada ha vaciado y desparramado millones de bolsas del súper, que ondean prendidas de los setos cual banderas, mecidas por el frío viento de esta primavera, en homenaje al calimocho o a lo que quiera que ahora se estile echarse al gaznate (el gobierno acabó envainándose la ley sobre la publicidad de bebidas alcohólicas ante el igualitario grito: morapio para todos, también para los niños). En Valencia tienen lugar unas Jornadas Nacionales de Socidrogalcohol (sic), en cierto hotel de 5 estrellas. ¿A que no adivinan cómo se llama la sala en que se celebró ayer una de las conferencias de prensa? Pues se llama Baco. ¿Verdad que da hasta risa, este mitológico sarcasmo? Viva el vino, brindó Mariano (Rajoy). Y las mujeres, cantó Manolo (Escobar), que por algo son regalo del buen Dios.

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