Columna

Las Cortes escoradas

A las Cortes Valencianas se la disputan la reacción de Mariano Rajoy y el terrorismo de De Juana Chaos, como una lonja donde exhiben y vocean géneros tan agusanados, que tiran de espaldas. El PP ha elevado al etarra a la condición de símbolo y se ha puesto a su sombra, para justificar sus frustraciones y una estrategia desquiciada y penosa. El electoralismo y la crispación se ve que no hacen buen caldo. De modo que, en cuanto todo este fuego de artificio se consuma, sus residuos se irán por el desagüe, y dejarán a unas gentes enfangadas en los pudrideros de la extrema derecha, que no es más qu...

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A las Cortes Valencianas se la disputan la reacción de Mariano Rajoy y el terrorismo de De Juana Chaos, como una lonja donde exhiben y vocean géneros tan agusanados, que tiran de espaldas. El PP ha elevado al etarra a la condición de símbolo y se ha puesto a su sombra, para justificar sus frustraciones y una estrategia desquiciada y penosa. El electoralismo y la crispación se ve que no hacen buen caldo. De modo que, en cuanto todo este fuego de artificio se consuma, sus residuos se irán por el desagüe, y dejarán a unas gentes enfangadas en los pudrideros de la extrema derecha, que no es más que un revelador retorno a sus orígenes. Cada mochuelo, a su olivo, y a De España no lo coge confesado, ni lo confiesa, el presidente Camps, quien ha hecho de su mayoría absoluta un sayo. Todas estas mudanzas, concentraciones, manifestaciones, que se expresan poéticamente en el canto del cisne, y abruptamente en el graznido del aguilucho, de una parte, demuestran que el centro es solo un pozo negro, y de otra, que el PP, en efecto, es la madre de todas las derechas. La portavoz socialista, Josefa Andreu, lo clavó cuando dijo: "Enhorabuena por incorporar (en el PP) al señor Sáenz de Ynestrillas y las banderas de Falange". Y aunque la incorporación viene de abajo, de las cloacas conservadoras, por fin se ha revelado en todo su retroceso. La solitaria gaviota ya convive con unos pájaros, y qué pájaros, enyugada y enflechada, como debe ser. Y es que el tiempo y la furia siempre terminan por poner a cada quien en su sitio. Aunque Julio de España pretendiera resolver las diferencias expulsando del hemiciclo al diputado socialista José Camarasa, por contestar a la andanada de insultos al Gobierno, De España, con sus desatinos, no hizo si no ratificar la evidencia. Las Cortes Valencianas dejaron de ser, se supone que eventualmente, una institución democrática, para convertirse en una correa de transmisión de las consignas de Rajoy y de la propaganda de las movilizaciones de ayer tarde, convocadas por el PP. Ante el desmán de la presidencia, la bancada socialista abandonó sus escaños y se fue a los pasillos, con su compañero. Pero el Grupo Popular, para quien el escrúpulo no cuenta al lado de su mayoría, aprovechó el escándalo, para modificar la ley de Gobierno valenciano, por procedimiento de urgencia, ley que Joan Ribó, portavoz de EU-L'Entesa, calificó de "pantano legal" en el que meten a todos los valencianos, y acusó a Camps de soslayar las Cortes y el control de la oposición, mientras Glòria Marcos, coordinadora de dicha formación, culpó al PP de "denigrar la máxima institución del País Valenciano para publicitar la manifestación reaccionaria del sábado en Madrid". El secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla definió a las Cortes manipuladas por el Consell de "franquicia del PP de Mariano Rajoy, para aplicar el guión de la crispación". En todo este asunto, hay cosas muy claras: el PP tiene miedo de perder el poder. Y se ha instalado en una histeria que terminará incapacitándolo. ¿Más aún?

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