Vitoria se abre al fulgor de la ironía crítica y la experimentación colorista del 'pop art'

La muestra presenta obras de Andy Warhol, Jaspers Johms, Arroyo o el Equipo Crónica

El título de la exposición, Los colores del pop art, resume el aspecto formal de la selección de más de 60 obras que presenta la sala de la Fundación Caja Vital de Vitoria, porque la corriente pop en las artes plásticas no se explica sin su mensaje irónico y crítico sobre la cultura de masas que domina EEUU y Europa desde mediados del siglo pasado. Siempre desde la figuración, y con unas intenciones que suelen cuestionar también el propio acto de pintar. La muestra presenta obras de Warhol, Richard Hamilton, Jasper Johns, el Equipo Crónica o Eduardo Arroyo.

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El título de la exposición, Los colores del pop art, resume el aspecto formal de la selección de más de 60 obras que presenta la sala de la Fundación Caja Vital de Vitoria, porque la corriente pop en las artes plásticas no se explica sin su mensaje irónico y crítico sobre la cultura de masas que domina EEUU y Europa desde mediados del siglo pasado. Siempre desde la figuración, y con unas intenciones que suelen cuestionar también el propio acto de pintar. La muestra presenta obras de Warhol, Richard Hamilton, Jasper Johns, el Equipo Crónica o Eduardo Arroyo.

La exposición, abierta en la sala vitoriana (Postas 13-15) hasta el 29 de marzo, no puede desplegar toda la riqueza de un movimiento que la comisaria Marisa Oropesa sitúa entre 1930 y la actualidad, pero sí permite recuperar algunas de las líneas principales en que trabajaron autores de todo el mundo que se adscribieron al pop art. Los referentes primeros son norteamericanos, como Warhol o Wesselmann, pero pronto la pasión por superar el expresionismo abstracto y el informalismo, principales corrientes pictóricas tras la II Guerra Mundial, llevó al triunfo de esta tendencia en otros lugares.

Tan referente de esta nueva corriente como los citados es el pintor inglés Richard Hamilton, famoso por su empleo irónico del logotipo de la bebida espirituosa francesa Ricard. Hamilton crea carteles, botellas y ceniceros Richard que son excelente ejemplo de esa ironía que domina el pop. Aunque no está presente en la sala, la serie de Warhol sobre las latas de sopas Campbell's es quizá la referencia más conocida de este uso de las marcas comerciales como recurso pictórico.

Sin embargo, la reflexión de los artistas pop iba más allá. Como explica la profesora Teresa Camps en el prólogo del catálogo de la muestra, los pintores pop no sólo ironizaban sobre la cultura de masas; también cuestionaban el propio proceso pictórico. "El 'cómo pintar' fue entre muchos artistas tan importante como el comunicado o la selección de los motivos", arguye. Entre los recursos a los que acudieron estos autores se encuentran el collage, la concepción plana del color, el grafismo, la modificación de la escala y las texturas, sin olvidar los logros de la abstracción.

Alguna de estas prácticas se adivinan, por ejemplo, en dos cuadros de Luis Gordillo que por primera vez se presentan en público. Se trata de dos acrílicos sobre cartulina, de 1963, que el artista cedió a la comisaria de la muestra cuando le pidió su colaboración. Gordillo, con Andrés Cillero (considerado el introductor del pop art en España), Alfredo Alcain y Eduardo Arroyo son los principales representantes de una corriente que en cada uno de ellos tuvo su desarrollo particular.

Si Alcain apostaba por una investigación más pictórica, Arroyo se inclinó hacia la denuncia política sin olvidar la exigencia artística. Esa fue una de las razones que le llevaron a exiliarse en París, para poder pintar con mayor libertad. En general, los artistas pop españoles se caracterizan por esa apuesta decidida por la crítica al franquismo y los valores que impulsaba. El Equipo Crónica se muestra, en este sentido, como el mejor representante, con obras que ya apuntan desde sus títulos: Oficina siniestra, Conde Duque o el Morrosko de Olivares o Éste no se escapa.

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En paralelo, también trabajó el Equipo Realidad, con una mirada más abierta a una cultura de masas que comenzaba a ser global, al menos en Occidente. De ahí que en sus obras, de finales de los 60, figuren la Reina Isabel o una clara referencia a los problemas del petróleo y el papel en ellos de EEUU. En su El ladrón de Bagdad (1967), figura un marine, junto a un camello cargado con dos bidones en los que se lee oil, una imagen que sigue de actualidad 40 años después.

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