Editorial:

Un cáncer de cada dos

El cáncer es, paradójicamente, una consecuencia del gran éxito de la medicina moderna: la duplicación de la esperanza de vida en los países occidentales. Los tumores suelen formarse después de los 40 años, y no tanta gente llegaba a esa edad a finales del siglo XIX como ahora. Como la vida se sigue alargando en nuestros días, los casos de cáncer siguen aumentando. Que las muertes por cáncer disminuyeran en 2005 por primera vez en España es, por tanto, un reflejo directo de los espectaculares progresos que la oncología ha logrado contra esta enfermedad difícil y compleja. El mismo cambio de ten...

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El cáncer es, paradójicamente, una consecuencia del gran éxito de la medicina moderna: la duplicación de la esperanza de vida en los países occidentales. Los tumores suelen formarse después de los 40 años, y no tanta gente llegaba a esa edad a finales del siglo XIX como ahora. Como la vida se sigue alargando en nuestros días, los casos de cáncer siguen aumentando. Que las muertes por cáncer disminuyeran en 2005 por primera vez en España es, por tanto, un reflejo directo de los espectaculares progresos que la oncología ha logrado contra esta enfermedad difícil y compleja. El mismo cambio de tendencia se ha observado en EE UU durante dos años consecutivos, y es muy poco probable que se trate de una fluctuación transitoria.

No hay una "cura del cáncer", ni los expertos confían en que la llegue a haber. Si uno de cada dos cánceres ya se cura -el 55% de los pacientes sobrevive más de cinco años, y cada vez con mejor calidad de vida- es gracias a docenas de innovaciones biomédicas imperfectas, cada una aplicable a cierto tipo de tumor y de paciente. La semana pasada, por ejemplo, se presentaron los primeros ensayos clínicos alentadores contra el glioblastoma, un tumor cerebral muy agresivo y hasta ahora intratable. El fármaco utilizado es producto de 10 años de investigación sobre los inhibidores de la angiogénesis, que actúan sobre la red vascular que alimenta al tumor. Las primeras pruebas con estas moléculas fueron decepcionantes, y han sido precisas nuevas combinaciones y ajustes para hacerlas funcionar en este caso concreto. El camino es largo, y no hay atajos.

Si la mitad de los cánceres ya se cura, cabe preguntarse qué falta para tratar la otra mitad, y los mejores expertos coinciden en señalar tres caminos. El primero es la investigación biomédica, y aquí la sociedad y los poderes públicos deben limitarse a financiarla y facilitar todo lo posible su rápida aplicación a los pacientes. Mucho más pueden hacer por el segundo, que es la mejora de los hábitos de vida: tratar un cáncer de pulmón o de colon es difícil y costoso, pero la mayoría podrían evitarse huyendo del tabaco y las dietas insensatas. Y sobre el tercero, la detección precoz, tanto el Gobierno como las comunidades autónomas pueden hacer mucho más para generalizarla. Las sociedades científicas les presentarán pronto algunas buenas ideas que deben considerar.

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