Columna

Las leyes del vídeo

Esta semana, mientras ocurría la guerra de los vídeos, me acordé mucho de McLuhan y no sólo porque en una cadena temática volví a disfrutar con la secuencia de la cola de cine de Annie Hall, en la que el santo patrón de Toronto, jaleado por Woody Allen, le espeta al pelmazo macluhaniano aquello de que no había entendido ni palabra de sus teorías. Leyendo los comentarios a la guerra de los vídeos políticos he llegado a la conclusión de que se puede y se debe ser posmacluhanino, y en eso estamos, pero no es de recibo transitar por las autopistas mediáticas y galácticas como si McLuhan no ...

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Esta semana, mientras ocurría la guerra de los vídeos, me acordé mucho de McLuhan y no sólo porque en una cadena temática volví a disfrutar con la secuencia de la cola de cine de Annie Hall, en la que el santo patrón de Toronto, jaleado por Woody Allen, le espeta al pelmazo macluhaniano aquello de que no había entendido ni palabra de sus teorías. Leyendo los comentarios a la guerra de los vídeos políticos he llegado a la conclusión de que se puede y se debe ser posmacluhanino, y en eso estamos, pero no es de recibo transitar por las autopistas mediáticas y galácticas como si McLuhan no hubiera existido.

Los columnistas de la galaxia Gutemberg y los tertulianos de la galaxia Marconi se han dividido en dos grandes clases antagónicas y furibundas: los que dicen que los vídeos del PP (Inseguridad ciudadana) y del PSOE (La otra tregua) son comparables y simétricos y por lo tanto se anulan el uno al otro por el truco infantil del ninismo, ni esto ni aquello; y los que dicen que no son vídeos comparables ni simétricos porque la ideología del uno es muy superior a las mentiras de la video-ideología contraria. En ambos casos: suma cero.

Pero si fuésemos un poquitín más mcluhanianos y aplicáramos a nuestra trifulca local la teoría (cristiana) de que el mensaje es el medio, podríamos salir del atasco mediático. El mensaje es el vídeo, o el formato vídeo emitido por YouTube, partamos de esa base. Y según los corolarios nunca citados de la célebre teoría de McLuhan, el contenido de los medios, las tecnologías o los formatos siempre se refiere a otros medios, tecnologías o formatos. Tal es el mensaje que se muerde la cola.

Pero en este videoduelo nacional no existe ni el ninismo ni la suma cero porque los nuevos medios o formatos también tienen sus leyes que impiden el pasteleo transicional que nos parió. Sometidos los vídeos del PP y del PSOE a la prueba física del YouTube, inmersos en Internet, nos dan resultados muy distintos en cuanto a share, credibilidad y fanatismo ideológico.

La primera ley del vídeo es que no se pueden emitir mentiras, como generalmente ocurre en los discursos políticos escritos o radiados, y el vídeo del PP incurre en imágenes mentirosas, manipuladas, pirateadas de contextos muy ajenos. Mientras que La otra tregua sólo miente en la fecha de dimisión de ese secundario llamado Miguel Ángel Rodríguez, que ya replicó con otro vídeo.

El del PSOE es un vídeo histórico que sólo utiliza imágenes de archivo para rescatar la memoria del proceso, mientras que la pieza audiovisual del PP es un vídeo futurista que no duda en utilizar y manipular su propio pasado para joder el proceso y ganar las elecciones Ambos son ideológicos, de acuerdo. Pero mientras el mensaje del primero es un medio o formato de tradición documental, de género histórico e incluso aburrido, la pieza de la extrema derecha está construida como una sangrienta ficción de Calle 13.

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Es justamente lo que le horrorizaba a san McLuhan, un cristiano canadiense obsesionado por la verdad: eso tan obsceno de que el fin (ideológico o religioso) justificaba los medios, como sostenía su gran rival y también comunicólogo san Josemaría Escrivá de Balaguer.

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