Crítica:

Dinero que cae de los olivos

Dentro de la geografía de la novela hay una sección que podríamos denominar "novela italiana del sur", en la que predomina Sicilia -pensemos en Sciascia y Camilleri-, que se caracteriza por la fuerza del paisaje y personajes carentes de libertad, pues están abrumados por el peso de la familia y del destino. Sus autores son de la zona y a veces italianos del norte atraídos por la vida salvaje más allá de Nápoles. Pero en este caso es un autor francés, Laurent Gaudé, quien se atreve con una saga familiar que tiene los ingredientes del género, desde el sol implacable hasta la simiente del bandole...

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Dentro de la geografía de la novela hay una sección que podríamos denominar "novela italiana del sur", en la que predomina Sicilia -pensemos en Sciascia y Camilleri-, que se caracteriza por la fuerza del paisaje y personajes carentes de libertad, pues están abrumados por el peso de la familia y del destino. Sus autores son de la zona y a veces italianos del norte atraídos por la vida salvaje más allá de Nápoles. Pero en este caso es un autor francés, Laurent Gaudé, quien se atreve con una saga familiar que tiene los ingredientes del género, desde el sol implacable hasta la simiente del bandolero, pasando por los olivos. Porque en Apulia "un olivo tiene más valor que un hombre".

EL SOL DE LOS SCORTA

Laurent Gaudé

Traducción de José Antonio Soriano Marco

Salamandra. Barcelona, 2006

237 páginas. 40 euros

Un hombre que ha pasado

quince años en prisión por bandidaje regresa a Montepuccio y el mismo día, antes de morir lapidado, engendra un hijo con la hermana de la mujer que siempre deseó. El vástago, Rocco Scorta, superará con creces la carrera del padre, acumulando una fortuna considerable. Se establece en el pueblo, se casa con una sordomuda y muere dejando tres hijos, a los que condena a la pobreza legando todos sus bienes al cura a cambio de organizar un multitudinario funeral cada vez que muera un Scorta. Los hijos son enviados a América, pero jamás se establecerán allí. Regresan al pueblo, creando entre ellos unos estrechos lazos de familia al margen de los demás.

El sol de los Scorta tiene los ingredientes del género excepto la autenticidad. Hay un problema de tono y otro de contenido. El novelista francés teje una narración interesante en sus dos terceras partes y cuida los detalles, pero acaba defraudando al lector, que hacia la mitad intuye que la historia ya no avanzará más. La tensión inicial se va desvaneciendo, pues la acción retrospectiva que narra Carmela a don Salvatore, el viejo cura del pueblo, tiene poca "miga" y el paso del tiempo en Montepuccio es igual que en otros lugares: la pobreza de los olivos y las piedras da paso a la pobreza del dinero.

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