La semilla del odio
El conflicto palestino-israelí ha dado pie en el último lustro a un puñado de películas contadas desde diferentes perspectivas, épocas y orígenes. Desde el mismo epicentro han surgido contribuciones esclarecedoras (del israelí Amos Gitai al árabe Hany Abu-Hassad), aunque quizá la más interesante haya sido la italiana Domicilio privado (Constanzo, 2004), dirigida con una visión más distante y, quizá, más objetiva. Desde Chile llega La última luna, donde Littin ha retrocedido hasta 1914 para analizar, con desiguales resultados, parte del germen del odio. Como ya ocurriera con Const...
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El conflicto palestino-israelí ha dado pie en el último lustro a un puñado de películas contadas desde diferentes perspectivas, épocas y orígenes. Desde el mismo epicentro han surgido contribuciones esclarecedoras (del israelí Amos Gitai al árabe Hany Abu-Hassad), aunque quizá la más interesante haya sido la italiana Domicilio privado (Constanzo, 2004), dirigida con una visión más distante y, quizá, más objetiva. Desde Chile llega La última luna, donde Littin ha retrocedido hasta 1914 para analizar, con desiguales resultados, parte del germen del odio. Como ya ocurriera con Constanzo, una casa (metáfora que engloba una tierra) une las vidas de un grupo de palestinos y judíos. Sin embargo, tanto en la forma como en la narración, Littin se muestra disperso, tedioso e ingenuo.
LA ÚLTIMA LUNA
Dirección: Miguel Littin. Intérpretes: Aymann Abuloff, Alejandro Goic, Tamara Acosta, Francisca Merino. Género: drama. Chile, 2005. Duración: 105 minutos.
Narrada a través de continuos fundidos en negro (lo que provoca que la cinta no fluya), La última luna fracasa en su intento por visualizar el momento histórico, con el inicio de los asentamientos judíos, los primeros kibbutz, el fin del dominio turco y el acercamiento británico, que nunca resulta comprensible.