Reportaje:

Educar en la escuela rural

La red 44 Centros Rurales Agrupados escolariza a 5.069 niños de primaria de los pueblos más pequeños del interior

La distancia más corta entre dos puntos es la educación. Hace tiempo que los kilómetros dejaron de ser el sistema estándar para medir el espacio que media entre dos pueblos, dos ciudades o dos países. "La diferencia está el nivel de formación de sus ciudadanos", resume Manolo Torres, asesor de colegios rurales del Cefire de Segorbe (Castellón).

Es decir, que la "diferencia", al final, reside en el impacto que tiene la formación en el paisaje socioeconómico y cultural de una región: en la expansión de su economía, de su turismo o en sus posibilidades reales de transformación agrícola o d...

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La distancia más corta entre dos puntos es la educación. Hace tiempo que los kilómetros dejaron de ser el sistema estándar para medir el espacio que media entre dos pueblos, dos ciudades o dos países. "La diferencia está el nivel de formación de sus ciudadanos", resume Manolo Torres, asesor de colegios rurales del Cefire de Segorbe (Castellón).

Es decir, que la "diferencia", al final, reside en el impacto que tiene la formación en el paisaje socioeconómico y cultural de una región: en la expansión de su economía, de su turismo o en sus posibilidades reales de transformación agrícola o de reconversión industrial.

Esta es también la impresión generalizada entre el puñado de docentes, educadores y padres de alumnos entrevistados, que trabajan en alguno de los 44 Colegios Rurales Agrupados (CRA) repartidos en los 145 pueblos más pequeños y dispersos de la geografía de las comarcas del interior de la Comunidad Valenciana. En ellos, cada día 682 maestros enseñan a los 5.069 alumnos de los niveles de infantil y primaria matriculados este curso, según los datos facilitados por la Consejería de Educación.

La LOGSE invirtió la "concentración escolar" que supuso el cierre de muchos coles de pueblo
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"La educación en las comarcas rurales es muy importante desde el punto de vista social y personal de las familias, pero también para el desarrollo de muchos pueblos que han estado a punto de desaparecer", explica una profesora de una despoblada zona montañosa del interior de la provincia de Castellón, ubicada entre la Serra d'Engarcerán (con más o menos 400 habitantes censados), el pequeño pueblo de Els Ibarsos (con 400) y el centenar de habitantes que habita en las masías que aún se conservan en los Rosildos.

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Para esta profesional de la docencia que llegó a La Serra procedente de Castellón capital, con más de una década de experiencia docente, "los CRA se han convertido en un instrumento clave para evitar el despoblamiento y favorecer la revitalización de muchos pueblos muy pequeños". Pero educar en ellos es muy distinto, a educar en colegios urbanos.

"Es una experiencia muy satisfactoria. Pero diferente; los niños de pueblo siguen teniendo más relación con los padres, están acostumbrados a estar al aire libre, a cazar, a tratar con los animales, pero no están tan estimulados como los de ciudad, que tienen contacto diario con Internet, cine, televisión...", explica esta docente. Las posibilidades, por tanto, de que los niños lleguen a buen puerto y sigan un Bachillerato o hacia la Universidad "dependen, con mucho, de cada familia". "En eso", precisa, "se parecen mucho a los de la ciudad".

La familia con estudios u otro nivel de expectativas suelo impulsarlos a que terminen estudios superiores. "Pero son muy poquitos", confirma. "Sólo si vale de verdad, los padres lo envían a estudiar a Castellón, que en este caso en la capital más próxima".

Pero, en general, en pueblos tan pequeños los niños crecen viendo a sus padres y a sus hermanos con trabajo, casa y novia, "sin necesidad de haber sido seleccionados en la vida, ni en la profesión". Saben que sus mayores trabajan y que ellos siempre tendrán trabajo "sin necesidad de esforzarse", señala esta profesora.

La historia y extensión de los CRA tiene su origen en el Programa de Compensación de las Desigualdades, contenido en la recientemente extinta Ley General de Ordenación del Sistema Educativo (LOGSE), que a principios de los ochenta trató de invertir la política de "concentraciones escolares" -implantada con la Ley General de 1970- que supuso el cierre de muchos colegios, sobre todo de los pueblos más pequeños, con un enorme coste social, familiar y personal.

La creación de una red de 44 Centros Rurales Agrupados, los famosos CRA, ha supuesto un avance gradual, más lento de lo debido según un estudio de la confederación de asociaciones de padres de alumnos de la escuela pública Gonzalo Anaya, que considera que falta un "impulso" para evitar los largos desplazamientos a los que se ven abocados miles de niños a partir de los 12 años, cuando entran en 1º de ESO.

No obstante, los 44 CRA actuales -lo que supone 5 nuevos más que en el curso 1995-1996 en otras 13 poblaciones más- han supuesto "la consolidación de la educación infantil y primaria", según confirma un estudio de la Gonzalo Anaya, que ahora batalla por que se alargue la escolarización en los pueblos de origen hasta los 14 años, como mecanismo de integración familiar. Y, también como garantía de que si los alumnos de 1º y 2º de ESO se desgastan menos entre trayecto y trayecto, tendrán más posibilidades de culminar la ESO y seguir un Bachillerato o Ciclo Formativo a partir de los 16 años.

Para Manolo Torres, asesor del Cefire de Segorbe, para los docentes la escuela rural tiene una serie de dificultades inherentes al medio en que trabajan y al alumnado que atienden, ya que, subraya, "un profesor tiene en la misma clase muchos niveles de primaria". Ya que los alumnos no están separados por cursos. Además, está el problema de la "formación". Los docentes suelen responder al perfil de titulado joven, sin destino fijo -porque, además, la rotación en los claustros docentes es muy alta- al que habría que dar una formación adaptada al medio en que se desempeñan, explica Torres.

Por regla general, un CRA tiene unos 11 profesores, y un nivel de rotación del 60%, puntualiza, ya que sólo un 30% o 40% de las plantillas son estables. A esto hay que añadir el problema de la "itinerancia" de los maestros, sobre todo, de las especialidades de música, educación física, inglés, pedagogía terapéutica o religión, que hacen a la semana unos 500 kilómetros de promedio, por ejemplo, si están a 50 kilómetros de la capital más próxima. Todo ello pagándose la comida y regalando prácticamente el kilometraje (ya que sólo cobran 0,15 céntimos por kilómetro). Y sin contar los obstáculos de la meteorología, porque cuando nieva, nieva en las comarcas del interior.

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