Análisis:ANÁLISIS | La campaña electoral en Cataluña

Un poco de tila

Nos estamos poniendo estupendos en este final de campaña. Los convergentes porque temen que tanta agitación, tanto entusiasmo y tanta vehemencia acaben sirviendo de bien poco. Los socialistas porque temen que la operación Montilla no acabe generando el factor de movilización previsto en lo que aparentemente eran sus feudos naturales y tradicionalmente abstencionistas en las autonómicas. En el sector Esquerra sospechan que les pueden hacer pagar pasadas inconsistencias de una u otra manera, tanto los electores como sus potenciales socios. En Iniciativa no quieren que cunda la euforia ante el te...

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Nos estamos poniendo estupendos en este final de campaña. Los convergentes porque temen que tanta agitación, tanto entusiasmo y tanta vehemencia acaben sirviendo de bien poco. Los socialistas porque temen que la operación Montilla no acabe generando el factor de movilización previsto en lo que aparentemente eran sus feudos naturales y tradicionalmente abstencionistas en las autonómicas. En el sector Esquerra sospechan que les pueden hacer pagar pasadas inconsistencias de una u otra manera, tanto los electores como sus potenciales socios. En Iniciativa no quieren que cunda la euforia ante el temor de que las desesperadas llamadas al voto útil surtan efecto. Los más aparentemente tranquilos son los del PP, convencidos de que las cosas no pueden ir peor, y que los militantes y simpatizantes que han resistido hasta aquí no les abandonarán precisamente ahora.

Pero los nervios, más o menos justificados, no deberían justificar el cruzar ciertos límites. No es de recibo que Mas siga insistiendo en la "herida moral" que generaría en Cataluña el hecho de que el partido o coalición que tenga más escaños y votos en las elecciones no sea quien acabe ejerciendo la presidencia de la Generalitat. Y tampoco lo es que Duran Lleida advierta del peligro que representan para el país "la izquierda comunista y verde", aludiendo al previsible aumento de la fuerza de Iniciativa. Supongo que en las filas unioconvergentes, la sola posibilidad de que acaben iniciando una nueva travesía del desierto de unos cuantos años más en la oposición les llena de desasosiego y de inquietud, tanto sobre el futuro de la coalición como en relación con el futuro de algunos dirigentes. Pero ello no justifica en absoluto el calificar de tragedia social el hecho de que una mayoría parlamentaria suficiente sea capaz de formar Gobierno, ni debería conducirles a una peligrosa deslegitimación de nuestro sistema institucional.

Tampoco me parece razonable que en las filas socialistas se especule sobre el voto útil, y se siga apostando a una bipolarización política del país, cuando todos tenemos clara la irreversibilidad de la pluralidad del escenario político catalán. Ello es aún más sorprendente cuando sigue existiendo un gran ruido de fondo sobre las limitaciones que las necesidades de Rodríguez Zapatero en el frente vasco-madrileño parecerían imponer en el juego de alianzas de los socialistas catalanes en el próximo futuro. Tranquilicémonos todos un poco.

En la política internacional no resulta fácil encontrar modelos sólidos en los que buscar referencias y ejemplos que seguir. Predominan el desconcierto y la confusión y se agradece la modestia. No hay político serio que se atreva a decir, como hacen algunos aquí, que sabe cuáles son los problemas del país, que tiene ya controladas las soluciones y que lo único en juego es si gobierna él u otro. No está el horno para heroicidades redentoras. Nos convendría un poco más de tila y un poco menos de mensajes del tipo yo, o el caos.

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