Tribuna:

Es hora de tomar en serio el cambio climático

El cambio climático está afectando a España, como al resto del mundo. Desde hace algunos años presenciamos un aumento de olas de calor, inundaciones, huracanes y tifones. Esto es un hecho irrefutable. Aunque ninguno de estos acontecimientos por si sólo puede atribuirse con rigor al cambio climático, su mayor frecuencia es un resultado previsto del aumento de la temperatura del planeta.

Hay un mensaje claro en el torrente de estudios que revelan que los impactos del cambio climático están sucediendo. La temperatura media de la Tierra ha aumentado 0,5ºC en 50 años, y se prevé un aumento e...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El cambio climático está afectando a España, como al resto del mundo. Desde hace algunos años presenciamos un aumento de olas de calor, inundaciones, huracanes y tifones. Esto es un hecho irrefutable. Aunque ninguno de estos acontecimientos por si sólo puede atribuirse con rigor al cambio climático, su mayor frecuencia es un resultado previsto del aumento de la temperatura del planeta.

Hay un mensaje claro en el torrente de estudios que revelan que los impactos del cambio climático están sucediendo. La temperatura media de la Tierra ha aumentado 0,5ºC en 50 años, y se prevé un aumento entre 1,5 y 4ºC. Poniendo estas cifras en perspectiva, un calentamiento entre 1º-2ºC tendría impactos graves en el planeta.

Los cambios ocurren desde mediados del siglo XX: la capa de hielo del Ártico ha disminuido un 10-15%; los glaciares están retrocediendo; la cobertura nevada del Hemisferio Norte ha disminuido alrededor del 10%, entre otros.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Para España, según los modelos de previsión extremos, el clima se volverá más cálido y las precipitaciones más irregulares, alterando las interacciones entre especies animales y vegetales y favoreciendo plagas y enfermedades. Se prevé también una disminución en los aportes hídricos, modificando ecosistemas terrestres y costeros. Las consecuencias económicas y sociales de esos cambios pueden llegar a ser elevadas.

Es hora de tomar muy en serio el problema. La principal causa humana son las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) por la combustión de petróleo, gas, carbón, que suministran el 80% de la energía. También añaden CO2 la deforestación, la expansión agrícola y forestal no sostenibles, ligados al aumento de la población y el crecimiento económico, junto con el poder de las fuerzas económicas que operan en el contexto de mercado.

Algunos han sugerido soluciones de "geoingeniería". Una de ellas es instalar espejos gigantes en el espacio, para reflejar hacia fuera parte de la luz solar que llega a la Tierra, con objeto de enfriarla. Es un ejemplo de la tendencia a corregir antes que trabajar sobre la raíz del problema. En cualquier caso, no es viable por su alto costo económico, limitada efectividad y efectos colaterales. Otra propuesta en desarrollo, incluyendo a España, es almacenar el CO2 en las profundidades terrestres y marinas, aunque también presenta limitaciones: sólo puede recoger este gas de las fuentes fijas (no de los automóviles), e interrogantes sobre sus consecuencias medioambientales a largo plazo.

Respecto a las medidas de adaptación, destacan construir embalses y diques para limitar el daño de las inundaciones y la elevación del nivel del mar, o preparar a las poblaciones para las olas de calor. Son fundamentales porque el clima sufrirá más cambios antes de conseguir reducir las emisiones. Además, cuanto mayor sea el cambio climático, mayor coste y más difícil será la adaptación. Así pues, una estrategia realista combina adaptación con mitigación.

La mejor opción de mitigación viable es acelerar la tendencia en países como Alemania a la eficiencia y el ahorro de la energía: coches, aviones, edificios, electrodomésticos y procesos de fabricación más eficientes, así como promoción del transporte colectivo e información y educación de las instituciones y la población para el cambio social necesario. Se despilfarra un 30% de la energía en hogares, empresas y organismos públicos. En esa línea, en España, las políticas de ahorro y eficiencia energética requieren un fuerte impulso, pues somos uno de los países de la UE con mayor crecimiento del uso de energía, aunque con menor consumo per cápita.

Pero aun con medidas de eficiencia, un coche híbrido todavía sigue quemando combustible y una bombilla fluorescente usando electricidad. La gran reducción en las emisiones se conseguirá si se empuja fuertemente el reemplazamiento de las fuentes hegemónicas de combustibles fósiles. Con independencia de la diversidad de fuentes, son las energías renovables las que juegan un papel central. El sol, el aire, el agua, las mareas, tienen un amplio potencial para satisfacer las necesidades energéticas, con escasas o ninguna emisión contaminante. Su potencial técnico está desarrollado y tiene capacidad de producir más energía que la que la humanidad necesita. Dado que estas tecnologías son relativamente recientes, hay un potencial enorme para mejorarlas y aumentar sus aplicaciones. Los avances tecnológicos, la producción a escala industrial y la multiplicación de posibilidades de uso de estas tecnologías en el futuro cercano permiten predecir que los costes tenderán a disminuir progresivamente. Las energías renovables son la oportunidad histórica del siglo XXI.

Ninguno de esos empujes será suficiente sin una penalización a las emisiones, tales como impuestos del carbono o un sistema de intercambio de permisos de emisión para limitar las emisiones totales. Tales medidas deberán cuidar no producir más desigualdades sociales entre países como en el interior de cada sociedad.

El Protocolo de Kioto es el marco político actual para combatir el problema, existen interrogantes sobre su capacidad de imposición. Para España, el reto es formidable: del 15% de CO2 equivalente que se nos permite emitir, estamos ya en más del 45%. La sociedad y la política española deben asumir cuanto antes que el cambio climático es real y serio, y actuar en consecuencia.

Mercedes Pardo Buendía es presidenta del Comité Español de Investigación en Cambio Ambiental Global (CEICAG

Archivado En