Cartas al director

'Kale borroka' laboral

Los ciudadanos empezamos a estar hartos de ser rehenes necesarios de negociaciones laborales que se plantean como una obra de teatro en tres actos: en el primero, los sindicatos piden más de lo que saben que los empresarios pueden conceder, éstos se niegan y ofrecen menos de lo que los primeros pueden aceptar. El segundo acto se abre con una huelga salvaje en la que los ciudadanos tienen que soportar no sólo los inconvenientes lógicos de la falta de servicio, sino, en muchas ocasiones, la actividad de piquetes más o menos violentos cuyo objetivo es magnificar las consecuencias de la huelga. En...

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Los ciudadanos empezamos a estar hartos de ser rehenes necesarios de negociaciones laborales que se plantean como una obra de teatro en tres actos: en el primero, los sindicatos piden más de lo que saben que los empresarios pueden conceder, éstos se niegan y ofrecen menos de lo que los primeros pueden aceptar. El segundo acto se abre con una huelga salvaje en la que los ciudadanos tienen que soportar no sólo los inconvenientes lógicos de la falta de servicio, sino, en muchas ocasiones, la actividad de piquetes más o menos violentos cuyo objetivo es magnificar las consecuencias de la huelga. En el último, sindicatos y empresarios, ante la presión social, se avienen a rebajar sus pretensiones y negociar.

Los despedidos por protagonizar incidentes violentos son readmitidos, los sindicatos lamentan con la boca pequeña los trastornos causados, los empresarios se felicitan por el éxito y todos juntos se hacen la foto final. Fin de la representación y hasta que el convenio alcanzado caduque a los cuatro o cinco años para que se levante de nuevo el telón.

No sé si una ley de huelga acabaría con esta perversa dinámica, pero, hasta que algún Gobierno se atreva a plantearla, creo que muchos abusos podrían acabar si alguien se atreviera a aplicar a rajatabla la normativa legal actual a unos comportamientos que tienen más que ver con la kale borroka que con un derecho democrático.

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