Uno de los mejores cuadros de El Greco se exhibirá junto a la Puerta del Sol

La iglesia de San Ginés mostrará semanalmente el cuadro, protegido con vidrio

La expulsión de los mercaderes del templo, considerada como una de las mejores obras de El Greco y que data de 1614, va a mostrarse ahora a 200 metros de la Puerta del Sol al menos una vez por semana. La pintura ha sido contemplada en Nueva York, Londres o la mexicana urbe de Guadalajara sin haber podido ser apenas vista en Madrid. Ello va a ser posible al despejarse las dudas sobre la seguridad del lienzo que ante su exhibición planteaba el párroco de la iglesia de San Ginés, su propietaria desde 1700. La Comunidad lo protegerá con vidrio.

El estuche que a partir de los próximos...

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La expulsión de los mercaderes del templo, considerada como una de las mejores obras de El Greco y que data de 1614, va a mostrarse ahora a 200 metros de la Puerta del Sol al menos una vez por semana. La pintura ha sido contemplada en Nueva York, Londres o la mexicana urbe de Guadalajara sin haber podido ser apenas vista en Madrid. Ello va a ser posible al despejarse las dudas sobre la seguridad del lienzo que ante su exhibición planteaba el párroco de la iglesia de San Ginés, su propietaria desde 1700. La Comunidad lo protegerá con vidrio.

El estuche que a partir de los próximos días contendrá el lienzo que el cretense Doménikos Theotokópoulos pintó en 1614 ha sido diseñado por una empresa madrileña tras un encargo de Francisco Javier Hernández, responsable de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid. El nuevo envoltorio, fabricado en materiales inertes, cubre el lienzo con una superficie de vidrio separada de la piel del cuadro unos seis milímetros.

"Es la distancia apropiada para anular cualquier tipo de destello que impida su contemplación, incluso a distancia", explica Hernández. "Asimismo, el estuche permite una estabilidad climática beneficiosa para el lienzo y está dotado, también, de un preciso sistema de seguridad que neutraliza cualquier tipo de irrupción objetual en el perímetro inmediato de esta codiciada obra de arte", agrega el director general.

Doménikos pintó La expulsión de los mercaderes del templo, al final de su vida, entre los años 1608 y 1614, según los expertos. Previamente había pintado otros cuadros sobre el mismo motivo durante una estancia en Venecia y luego en Roma, pero no alcanzaron la perfección que cobra este lienzo al óleo, donde dominan los colores por él más señaladamente empleados: carmines, amarillos, grises plomo...

"Las pinceladas de El Greco se hacen en este espléndido cuadro más cortas y parecen evocar el pasado del pintor como miniaturista de iconos en su Creta natal y en Italia, antes de afincarse en Toledo", explica Antonio Sánchez-Barriga, que en 1998 lo restauró minuciosamente para el Instituto Español del Patrimonio Histórico Artístico, con la colaboración de Juan Morán Cabré, documentalista de esta institución.

Testamento pictórico

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El cuadro, de 136 por 132 centímetros, representa a un Jesucristo con túnica color carmín y manto azul, en gesto airado, mientras fustiga con un látigo a uno de los componentes, vestido de amarillo, de un grupo de mercaderes que recoge apresuradamente en banastas sus mercaderías. Frente a ellos, un grupo de apóstoles comenta la actitud de Jesús. La escena se desarrolla en el atrio de un templo columnado.

Este cuadro es considerado como el testamento pictórico de El Greco por José Luis Montes, párroco de la iglesia de San Ginés, enclavada a unos centenares de metros de la Puerta del Sol. Montes es asimismo Delegado Episcopal para Patrimonio Cultural del Arzobispado de Madrid y subraya la ubicación de la rúbrica de Theotokópoulos sobre la madera de la mesa de uno de los muebles de los mercaderes, astillado sobre el suelo. "La firma fue autentificada, entre otros, por Lucca Giometti, uno de los principales expertos mundiales, así como por los españoles Norberto Rodero y por el doctor Cabrera", señala.

El párroco anuncia su intención de mostrar a la contemplación del público, al menos una vez por semana, el espléndido lienzo. "Mi deseo hubiera sido mostrarlo entre dos y tres días por semana, pero resulta del todo imposible ya que es preciso que, durante las horas de exhibición, siquiera una persona de la parroquia actúe como monitor de los visitantes". Y agrega: "Necesito que sea un día en el que ninguno de los dos sacristanes de la parroquia se encuentre de libranza, lo cual descarta la posibilidad de que se exhiba en festivo". Las jornadas feriadas requieren la máxima atención sobre el culto, precisa. "Carecemos de presupuesto para asumir la vigilancia continuada", se lamenta.

Para el párroco de San Ginés, ese ha sido uno de los principales impedimentos para mostrar la pintura en Madrid que, paradójicamente cabía contemplar durante sus numerosas itinerancias por ciudades como la capital británica, por Nueva York o, en recientes fechas, la mexicana Guadalajara, de donde el lienzo regresa a Madrid a mediodía de hoy, vía París. "En Guadalajara, durante las primeras dos semanas, fue visitado por más de 5.500 personas", señala Javier Hernández.

Tras la restauración y documentación realizada por Sánchez Barriga y Morán en 1998 quedaron despejadas todas las dudas sobre la autoría del cuadro de El Greco, que se atribuyó, durante años, a Jorge Manuel, hijo del cretense, por la infundada hipótesis de un crítico anglosajón.

Illescas en el recuerdo

Doménikos Theotokópoulos, nacido en la localidad cretense de Candía en 1541, llegó a España en 1577 después de pasar por Venecia y Roma, donde ya oficiara de pintor. En la ciudad de Toledo, donde se afincó a partir de su llegada, llevó una existencia agridulce, como cuando entró en contacto con la Corte y recibió el encargo del rey Felipe II de realizar un lienzo, El martirio de San Mauricio, para la iglesia del monasterio jerónimo de San Lorenzo de El Escorial. No obstante, el lienzo no satisfizo al monarca y Doménikos perdió, parcialmente, su favor.

Otro disgusto no menor fue el del litigio que mantuvo con la iglesia de Illescas, para la que se le había encomendado la hechura de su retablo. El Greco, tras haber modificado al alza el precio convenido y no hallar el correspondiente pago, se vio impelido a cerrar su estudio toledano. Este hecho, históricamente probado, ha llevado al restaurador Sánchez Barriga y a Juan Morán a barajar la hipótesis según la cual, el pintor cretense se resarció de sus entonces malquerientes illescanos y situó a los mercaderes fustigados por Cristo en el atrio de un templo muy semejante del de Illescas, que coincide con el escenario columnado que aparece en el lienzo.

El Greco, cuya pintura ha sido glosada por su cálida espiritualidad, murió en Toledo en 1614.

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