Crítica:FERIA DEL LIBRO | NARRATIVA

La esperanza es algo que pertenece al pasado

Hacia la mitad de su nueva novela, El sueño del caimán, Antonio Soler hace decir (o escribir) a su narrador: "Pero en aquellos momentos en los que se jugaba nuestra libertad y nuestra vida yo sólo era capaz de imaginar una mujer fumando al borde de la lluvia". Estas palabras del recepcionista de un hotel de Toronto, nos indican los dos elementos temáticos de la novela, además de su clima moral y lírico. Antonio Soler es dueño de un territorio novelístico. Como lo es del suyo Juan Marsé, un autor que vuelve a gravitar en su obra, como ya lo hiciera en Las bailarinas muertas y, sob...

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Hacia la mitad de su nueva novela, El sueño del caimán, Antonio Soler hace decir (o escribir) a su narrador: "Pero en aquellos momentos en los que se jugaba nuestra libertad y nuestra vida yo sólo era capaz de imaginar una mujer fumando al borde de la lluvia". Estas palabras del recepcionista de un hotel de Toronto, nos indican los dos elementos temáticos de la novela, además de su clima moral y lírico. Antonio Soler es dueño de un territorio novelístico. Como lo es del suyo Juan Marsé, un autor que vuelve a gravitar en su obra, como ya lo hiciera en Las bailarinas muertas y, sobre todo, en ese cuento perfecto, 'El triste caso de Azucena Beltrán', incluido en su libro de relatos Extranjeros en la noche. Cuando hablo de mundo narrativo me refiero al calado existencial de sus personajes. Gente perdedora, náufragos de diversos hundimientos morales. Antonio Soler no se conforma con dejarlos deambular por los años de la guerra o la posguerra española. Les da aliento y entidad psicológica suficiente como para iluminar sus propios rincones oscuros, misteriosos y deprimentes. Ahí tenemos al joven Gustavo Sintora de El nombre que ahora digo y el mismo personaje adulto, ahora hecho y derecho, de El espiritista melancólico. Palabras parecidas podríamos dedicar a sus personajes femeninos, la Soledad Rubí de Las bailarinas muertas compitiendo en enigma, distancia y magnetismo con la Vera de la novela que ahora comentamos.

EL SUEÑO DEL CAIMÁN

Antonio Soler

Destino. Barcelona, 2006

202 páginas. 19,50 euros

Si en Las bailarinas muertas el narrador en primera persona nos "contaba", en El sueño del caimán su narrador escribe. La duración de la narración abarca cuatro días. Todo comienza cuando un recepcionista de hotel cree identificar a un huésped octogenario, como el mismo que más de treinta años atrás había participado en un comando en Barcelona para realizar un atentado. Estamos en 1956. Se trataría de Luis Bielsa, un hijo de la burguesía adinerada metido a idealista. Ahora el recepcionista evoca los hechos de aquellos años. Una probable traición. Un acto de cobardía de consecuencias trágicas. Diez años de cárcel para el que narra. El exilio en Canadá. Y, sobre todo, el recuerdo de una mujer con la que se ha sellado algo tan efímero como inolvidable. El sueño del caimán nos da toda la talla estilística de un Soler irreprochable. El método narrativo ayuda mucho al empeño emocional y estético de buena ley que se propone y consigue el autor. Los dos segmentos históricos que se manejan (el presente resignado y el pasado tocado de esperanza, dolor y locura), Soler los funde en un solo párrafo. Es decir, en cada párrafo tenemos la información de las dos historias. Un sistema contrapuntístico que dibuja con iluminadora eficacia el drama personal, el poso de tristeza infinita que configura el relato de un superviviente. El cruce de vidas y tiempos difíciles nos muestra al mejor Antonio Soler. La metáfora de la mujer fumando la borde de la lluvia es una logradísima apelación a la salvación de la memoria íntima en medio de la desolación colectiva.

El escritor malagueño Antonio Soler.VICENS GIMÉNEZ

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