Columna

Morrazo

Leyendo ayer la entrevista a Mahmud Ahmadinayed, realizada por Der Spiegel y publicada en este diario, se me llenó el corazón de compasión por el pobre periodista que, a lo largo del encuentro, parecía no dar crédito a la magnitud de la burricie que exhibía su entrevistado. Hete aquí al presidente de Irán desperdiciando una oportunidad única de hablar por su país, de puntualizar sus declaraciones tergiversadas, de proclamar su derecho a la energía nuclear y también de respaldar la causa palestina con argumentos, que los hay a montones. Hete aquí a Ahmadinayed adoptando, en lo que se ref...

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Leyendo ayer la entrevista a Mahmud Ahmadinayed, realizada por Der Spiegel y publicada en este diario, se me llenó el corazón de compasión por el pobre periodista que, a lo largo del encuentro, parecía no dar crédito a la magnitud de la burricie que exhibía su entrevistado. Hete aquí al presidente de Irán desperdiciando una oportunidad única de hablar por su país, de puntualizar sus declaraciones tergiversadas, de proclamar su derecho a la energía nuclear y también de respaldar la causa palestina con argumentos, que los hay a montones. Hete aquí a Ahmadinayed adoptando, en lo que se refiere a la existencia del Holocausto, la tesis de "no puede descartarse una segunda línea de investigación". En su opinión, alomojó nunca hubo Shoah.

Pena me producía el periodista, que era alemán y, como tal, no solamente defendía la realidad del Holocausto sino que tristemente asumía la responsabilidad de su pueblo en el genocidio; pero el otro, dale que te pego con la doctrina que Acebes y sus legiones echaron a rodar a partir del 11-M: no descartando, o exigiendo que se abra otra línea de investigación, y que se llegue hasta el final, a ver si se creen los occidentales que somos tontos y nos vamos a tragar lo del Holocausto.

Pero no es sólo el mandatario iraní quien interioriza este pensamiento-mochila. El propio Ratzinger ha abierto una nueva línea de indagación, durante su visita a Auschwitz, sobre el mismo tema, pero en lo que respecta a la culpabilidad de Alemania. Tras preguntarse retóricamente por el silencio de Dios, achacó la responsabilidad del exterminio y de las atrocidades en general a "un grupo de criminales" que mediante promesas, mentiras e intimidación abusaron de los alemanes. O sea, que el Tercer Reich lo montaron unos hipnotizadores que lo mismo abducían al adolescente futuro pontífice para que combatiera a su lado que convencían a millones de ciudadanos judíos, gitanos, izquierdistas, homosexuales y simples opositores, incluso católicos, para que se dejaran exterminar.

Propongo una tercera línea de investigación: ¿a qué se debe que todos los adictos a la empanada de morrazo sean muy creyentes, y que sus respectivos dioses guarden un silencio de muerte?

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