Reportaje:

¿Gamberrismo o 'kale borroka'?

El PP se siente víctima del acoso de grupos independentistas radicales en Cataluña

Dolors López recuerda que eran tres o cuatro jóvenes los que la agredieron el pasado domingo, día de San Jordi. Ella estaba instalada en la mesa de su partido, decorada con una reluciente senyera y sin un solo distintivo del PP. "Únicamente una pegatina en el envoltorio de las rosas que regalábamos", explica. López, una de los cuatro concejales populares de Lleida, se había enfrentado ya a los chavales. "Estaban en otra mesa, y vinieron a decirnos que nos fuéramos, que no querían ver aquí a unos españoles". Al final, pasaron de la palabra a la acción. "Uno llegó de pronto y empujó la me...

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Dolors López recuerda que eran tres o cuatro jóvenes los que la agredieron el pasado domingo, día de San Jordi. Ella estaba instalada en la mesa de su partido, decorada con una reluciente senyera y sin un solo distintivo del PP. "Únicamente una pegatina en el envoltorio de las rosas que regalábamos", explica. López, una de los cuatro concejales populares de Lleida, se había enfrentado ya a los chavales. "Estaban en otra mesa, y vinieron a decirnos que nos fuéramos, que no querían ver aquí a unos españoles". Al final, pasaron de la palabra a la acción. "Uno llegó de pronto y empujó la mesa, y yo me vi en el suelo con la mesa encima". Cuando por fin vino la policía, el chico había huido.

El incidente no provocó especiales daños, pero el PP lo esgrime como un ejemplo más de lo que Jordi Montanya, abogado de 45 años, y presidente del partido en Lleida denomina, "la kale borroka a la catalana". Es decir, el acoso constante pero de moderada violencia que sufre su partido en Cataluña. "Estamos acostumbrados a que nos rompan los cristales de las sedes, a que llenen de pintadas las fachadas, a que nos arranquen los buzones. Cada dos meses tenemos que cambiar las cerraduras", dice este dirigente. Y cita como ejemplo más próximo el de la propia sede leridana, en una de las avenidas más céntricas, a la que un grupo de radicales intentó prender fuego en lo más álgido de las movilizaciones contra la guerra de Irak.

"Los vecinos deben de estar hartos", reconoce Dolors López, una leridana de 47 años con aspecto de no arrugarse en situaciones difíciles. Y señala el cristal fracturado que flanquea la puerta de entrada, y los ventanales hasta los que han llegado a escalar los radicales. En la fachada se perciben también las huellas de las últimas pintadas en rojo.

López recibió ese domingo la solidaridad de todos los colegas del consistorio, gobernado por un tripartito similar al de la Generalitat. El más afectuoso, el alcalde, Ángel Ros, del PSC. Pero Ros rechaza la tesis de los populares de punta a cabo. "No hay nada de kale borroka en Lleida. Conozco muy bien el tema. Debo decir que en un acto del 11 de septiembre, el PP fue recibido con pitadas y yo fui personalmente a acompañarles. Pero lo del otro día no fue más que una bretolada, como decimos nosotros, una gamberrada".

En el PP temen, sin embargo, que el referéndum del Estatuto ponga al partido de nuevo en la picota y agudice los síntomas de marginación social. "No nos sentimos marginados", corrige Montanya, "la sociedad civil comprende nuestra discrepancia política. Por ejemplo, después de la votación del Estatuto en el Parlamento catalán, donde de 135 diputados sólo los 15 del PP lo hicimos en contra, Josep Piqué visitó la feria de san Miguel, en Lleida, sin escolta, y tuvo una buena acogida. No hubo abucheos, ni nada".

Montanya habla un castellano fluido pero salpicado de palabras catalanas, dejando constancia de sus sólidas raíces catalanas. Sus hijos acuden a un colegio concertado donde el castellano está lejos de ser la lengua principal. "Nuestro partido", subraya, "defiende los intereses de Cataluña pero dentro de España". ¿Qué hay de malo en ello? Nada. Lo malo es la utilización que han hecho los nacionalistas de su rechazo al Estatuto, cree Montanya. Entre muchos votantes ha calado la idea de que el PP es anticatalán.

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"Nos han dejado aislados. El Pacto del Tinell [suscrito en abril de 2003, y en una de cuyas cláusulas se excluye la posibilidad de cualquier pacto de Gobierno con el PP] lo ilustra", dice Rafael Luna, secretario general del PPC. Y a la sociedad no le ha pasado inadvertido. "No es fácil ser del PP en Cataluña", se lamenta, y pasa revista a otros ataques (sedes de Tarragona y de Vendrell, lanzamiento de cócteles contra la de Barcelona), y a algunos desplantes políticos que han ido desangrando un partido que cuenta hoy con el 18% de los votos.

"Sólo hemos perdido 3 ó 4 ediles que en realidad habían pactado ya con CiU. Pero tenemos 30.000 militantes, 500 cargos electos y nunca hemos tenido problemas a la hora de elaborar las listas", dice Luna. La línea Piqué acabará triunfando. Aunque Montanya teme que haya que pasar antes un calvario. "Necesitamos que los demás partidos denuncien estos ataques. Lo necesitamos cuanto antes".

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