MIRADOR

El reloj de Marín

El presidente del Congreso, Manuel Marín, mantiene la obligada equidistancia que comporta el cargo y se afana por distinguirse como una figura no de parte. En general lo logra, y eso le reporta más de un roce con su partido, el PSOE, y los demás grupos políticos. Pero su celo por el reglamento le hace caer a veces en una rigidez propia de un maestro de escuela del siglo pasado. Ayer exhibió su falta de muñeca durante la sesión de control al Gobierno, cuando cortó la respuesta de Zapatero a la pregunta de Rajoy (por cierto, aceptó que éste cambiara la prevista) porque había rebasado su tiempo. ...

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El presidente del Congreso, Manuel Marín, mantiene la obligada equidistancia que comporta el cargo y se afana por distinguirse como una figura no de parte. En general lo logra, y eso le reporta más de un roce con su partido, el PSOE, y los demás grupos políticos. Pero su celo por el reglamento le hace caer a veces en una rigidez propia de un maestro de escuela del siglo pasado. Ayer exhibió su falta de muñeca durante la sesión de control al Gobierno, cuando cortó la respuesta de Zapatero a la pregunta de Rajoy (por cierto, aceptó que éste cambiara la prevista) porque había rebasado su tiempo. Justo en ese instante, el presidente estaba expresando la esperanza de que el PP y su líder apoyaran al Ejecutivo en la negociación del fin de ETA desde la verdad, la democracia y el respeto. Para una vez que tenía el hemiciclo en silencio, Marín cortó el sonido con un esperpéntico: "Lo siento, señor presidente, me veo obligado a concluir".

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