Columna

El equilibrio proteccionista

La energía ha devenido en la materia prima fundamental. Si hay un sector estratégico, éste es el energético. Las materias primas sufren un doble problema de oferta y demanda: son recursos con reservas finitas y, como efecto de la globalización, se han añadido como consumidores de las mismas millones de ciudadanos procedentes sobre todo de países como China e India (véase el número 8 de Cuadernos de sostenibilidad y Patrimonio natural, de la Fundación Santander Central Hispano, dedicado a El protagonismo de las materias primas).

En este contexto se han de entender las manio...

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La energía ha devenido en la materia prima fundamental. Si hay un sector estratégico, éste es el energético. Las materias primas sufren un doble problema de oferta y demanda: son recursos con reservas finitas y, como efecto de la globalización, se han añadido como consumidores de las mismas millones de ciudadanos procedentes sobre todo de países como China e India (véase el número 8 de Cuadernos de sostenibilidad y Patrimonio natural, de la Fundación Santander Central Hispano, dedicado a El protagonismo de las materias primas).

En este contexto se han de entender las maniobras que afectan en todo el mundo al sector energético. La pasada semana, al conocerse un intento terrorista de volar la mayor refinería del mundo en Arabia Saudí, el precio del crudo subió dos dólares, como había sucedido unas semanas antes al multiplicarse los problemas políticos en Nigeria, otro país productor. De todos los mensajes de Bush en el discurso sobre el estado de la Unión, a principios de año, el más impactante fue el de la necesidad de EE UU de reducir su dependencia energética, propiciando las energías alternativas. Hace pocos días se conocía el interés de cinco países de la UE -Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo- de crear un mercado interior de la energía en su ámbito regional, ante la frustración de que no se dieran pasos en el mismo sentido en el conjunto de la Europa de los 25. La sensación de impotencia se agudizó con la crisis del gas entre Rusia y Ucrania, que afectó sobre todo al territorio europeo.

Desde esa preocupación se han de interpretar también movimientos empresariales como la fusión entre Suez y Gaz de France (GDF). Suez es un consorcio franco-belga que ocupa el quinto lugar entre los operadores eléctricos europeos y el sexto en el sector del gas, mientras que GDF es la segunda empresa gasista europea. La fusión, anunciada por el primer ministro francés Dominique de Villepin -no por los presidentes de las empresas concernidas-, ha sido bendecida por el Gobierno belga y criticada por el de Berlusconi, ya que la empresa italiana Enel aspiraba a hacerse con Suez. Casi con seguridad, ello supondrá que la empresa resultante tendrá una naturaleza jurídica privada, todo lo contrario que GDF, que tiene un 80% de su capital en manos del Estado francés. ¿Cuánto tiempo pasará para que el otro gran gigante energético público francés, Electricité de France (EDF), sea también privatizado al participar en alguna gran fusión transfronteriza?

Los intentos del Gobierno español de evitar que la multinacional alemana E.ON (que a su vez está blindada estatutariamente para rechazar cualquier intento de compra de la misma) se quede con la primera empresa eléctrica española, Endesa, son cuestionables por sus métodos pero no extraños ni exóticos. Endesa es una de las antiguas joyas de la corona públicas, y fue privatizada en tiempos de Aznar. Faltan reglas del juego y mientras éstas no se sustancien, se juega en los intersticios del sistema. Gas Natural vio antes que otras empresas la necesidad de fortalecerse mediante el crecimiento, para evitar el desplazamiento de decisiones estratégicas fuera de las fronteras de nuestro país, aunque su precio se quedó corto y su movimiento resultó hostil, con lo que se politizó el mismo.

El Gobierno español debe moverse entre el respeto a las normas continentales para ser coherente con su apuesta europeísta, la necesidad de no caer ni en el "riesgo regulatorio" ni en el fundamentalismo del mercado, la obligatoriedad de defender el interés nacional en un mundo globalizado, y la atención al programa con el que fue votado y que le compromete. En el discurso que Rodríguez Zapatero dio en el Colegio de Economistas de Madrid, poco antes de ganar las elecciones, el entonces aspirante a presidente de Gobierno dijo rotundo: "Hay que acabar con el intervencionismo del Gobierno en las decisiones empresariales, en todos los niveles, desde las fusiones de las grandes empresas privatizadas hasta los dirigismos a los que se somete a nuestras empresas".

En este caso, el equilibrio será un arte.

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