Crítica:POESÍA

El dolor de la guerra

Cuando empezó la guerra de Secesión (1861-1865), Whitman decidió trasladarse a Washington para trabajar como oficinista y atender en los hospitales a los heridos que iban llegando de la contienda. Como resultado de esa traumática experiencia, Whitman escribió los dos libros que se publican ahora: un diario y un libro de poemas que tituló Redobles de tambor y que más tarde pasó a engrosar la edición de 1867 de Hojas de hierba (ese organismo, casi siempre portentoso, que creció sin cesar casi hasta la muerte del poeta). El diario consiste en una serie de anotaciones surgidas al hil...

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Cuando empezó la guerra de Secesión (1861-1865), Whitman decidió trasladarse a Washington para trabajar como oficinista y atender en los hospitales a los heridos que iban llegando de la contienda. Como resultado de esa traumática experiencia, Whitman escribió los dos libros que se publican ahora: un diario y un libro de poemas que tituló Redobles de tambor y que más tarde pasó a engrosar la edición de 1867 de Hojas de hierba (ese organismo, casi siempre portentoso, que creció sin cesar casi hasta la muerte del poeta). El diario consiste en una serie de anotaciones surgidas al hilo de las visitas a los hospitales y al contacto con los heridos de los dos bandos, jóvenes soldados casi siempre, moribundos unos, malheridos y mutilados pero supervivientes otros. Las anotaciones de Whitman revelan una actitud por una parte descriptiva y por otra afectiva y ética. La primera informa con precisión y la segunda revela su capacidad de amparo y ayuda a los heridos necesitados. Whitman les regala cosas menudas -tabaco, galletas, algún licor-, les proporciona lecturas y hasta medios para escribir cartas a los familiares. De vez en cuando el hospital deja paso a la ciudad -perfecta pintura de la Casa Blanca- y a su más preclaro habitante, el malogrado Abraham Lincoln. En cuanto a Redobles de tambor, nos encontramos ante un libro irregular. Poemas pomposos y extremadamente grandilocuentes, propios de un vate imbuido de un trascendentalismo atronador, y al mismo tiempo poemas literalmente supremos, sólo al alcance de los absolutamente grandes. Y entre estos, textos de una brevedad majestuosa o de una extensión no menos arrobadora, como el genial poema que escribió tras el asesinato de su adorado Lincoln, el titulado en esta (buena) traducción La última vez que florecieron las lilas en el jardín. Poemas que alternan el horror de la guerra, portentosamente recreada, con evocaciones memorables de Manhattan y con sublimes miradas a la naturaleza, no igualadas por nadie. "El pájaro gris pardusco que conozco nos acogió a los tres / camaradas / Y cantó el canto de la muerte y un poema para aquel que / amo".

REDOBLES DE TAMBOR Y DIARIOS DE GUERRA

Walt Whitman

Traducción de M. Villar Raso

Hiperión. Madrid, 2005

341 páginas. 16 euros

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