Los desafíos de Pilar Vizárraga

La asociación que Pilar Vizárraga Fernández, de 38 años, fundó en 1998 encierra una declaración de intenciones en su mismo nombre. Akherdí i Tromipén significa "Llamada al desafío", algo hacia lo que su presidenta siente una inclinación irremediable. "Nuestro reto es adaptarnos sin dejar de ser lo que somos, ser capaces de hacer sin dejar de ser", sintetiza. Pilar Vizárraga nunca ha dejado de ser gitana, incluso con el tiempo ha reforzado su militancia, como denota su reciente batalla para recuperar signos de identidad de su cultura que están en peligro de extinción como el romanó.

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La asociación que Pilar Vizárraga Fernández, de 38 años, fundó en 1998 encierra una declaración de intenciones en su mismo nombre. Akherdí i Tromipén significa "Llamada al desafío", algo hacia lo que su presidenta siente una inclinación irremediable. "Nuestro reto es adaptarnos sin dejar de ser lo que somos, ser capaces de hacer sin dejar de ser", sintetiza. Pilar Vizárraga nunca ha dejado de ser gitana, incluso con el tiempo ha reforzado su militancia, como denota su reciente batalla para recuperar signos de identidad de su cultura que están en peligro de extinción como el romanó.

Pero ser gitana, a la vista de su trayectoria, no representa un corsé tópico ni represor. Vizárraga tiene un currículo lleno de cursos de especialización que la acreditan como una experta en movimientos asociativos, en programas de género y en cultura gitana. Junto al centro de educación de adultos, fue la impulsora de las clases para que las gitanas del Polígono Sur, analfabetas o de escasa formación, pudieran sacarse el carné de conducir y aprender a leer. Unas 40 mujeres, de entre 18 y 60 años, se apuntaron en masa a la iniciativa, cuyo éxito obligó a universalizar las clases sin restricción de género o etnia.

Dejó la escuela a los 10 años, lo que parecía abocarla a un destino diferente al que se ha labrado. Durante cinco años, se apuntó a cuantos campamentos y actividades organizaban unas monjas católicas del barrio. A los 16, la contrataron de pinche de cocina para ayudar a su madre en un colegio y poco después se sacó el graduado escolar. El salto como dinamizadora de grupos fue natural. "El director veía mis aptitudes y empecé a trabajar como monitora de tiempo libre", recuerda.

La presidenta de Akherdí i Tromipén, que se casó a los 20, comenzó a colaborar con los proyectos de la asociación Villela para menores gitanos, al tiempo que iba reforzando su formacion. Hace casi una década pensó que, junto a otras mujeres, podían sacar adelante su propia asociación para promocionar a las gitanas, recuperar su cultura y revindicarse "como pueblo y como mujeres". Posee un máster de la UPO y no ha renunciado a tener tres hijos.

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