OPINIÓN DEL LECTOR

Incivismo en el cine

El pasado martes 3 de enero mi marido y yo fuimos al cine, al centro comercial de La Maquinista de Barcelona, a la sesión de las 19.15 horas. La sala estaba prácticamente vacía a no ser por 10 adolescentes que no paraban de comer palomitas, reír, hacer bromas y gritarle a la pantalla.

Lamentablemente, mi marido y yo somos dos herejes de estos tiempos: nos gusta el cine de verdad y preferimos ver la película en silencio.

Mi marido se acercó a pedirles silencio sin éxito y un empleado de la empresa también les llamó la atención con igual suerte.

Decidimos salir definitivamen...

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El pasado martes 3 de enero mi marido y yo fuimos al cine, al centro comercial de La Maquinista de Barcelona, a la sesión de las 19.15 horas. La sala estaba prácticamente vacía a no ser por 10 adolescentes que no paraban de comer palomitas, reír, hacer bromas y gritarle a la pantalla.

Lamentablemente, mi marido y yo somos dos herejes de estos tiempos: nos gusta el cine de verdad y preferimos ver la película en silencio.

Mi marido se acercó a pedirles silencio sin éxito y un empleado de la empresa también les llamó la atención con igual suerte.

Decidimos salir definitivamente de la sala para hablar con la encargada, quien, en lugar de intentar resolver de algún modo la cuestión, decidió que lo mejor era darme un consejo: "No se ponga así, relájese que usted al fin y al cabo vino a divertirse. Se lo digo por su bien".

Ante tamaña inconsistencia, sospeché que el concepto de relax y el pasar de los problemas en lugar de resolverlos era el método que la encargada utilizaba para afrontar las dificultades.

Vivimos en una época en que todos lamentamos la falta de valores a la hora de convivir y hasta algunos alcaldes se rasgan las vestiduras clamando por el incivismo, pero alguien tendrá que asumir que la educación en valores no se consigue con ordenanzas. A la vista está.

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Hace años que directa o indirectamente se le permite a la gente hacer uso y abuso del espacio público justamente porque son consumidores, sean turistas o adolescentes, da lo mismo. Lo importante es no ahuyentar a quien más consume y ayudarlo, mirando hacia otro lado, para que se sienta a gusto.

Así terminó nuestra última aventura en los cines Warner. No volveremos allí puesto que no creemos que nadie de la empresa vaya a tomar cartas en el asunto. La prueba está en que, a pesar de las innumerables quejas de cinéfilos que como yo han sufrido algún desmán de este tipo, las cosas en estos cines siguen igual y van a peor.

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