Crítica:CRÍTICAS

Travesuras de familia

.Steve Martin es uno de esos actores con fama de inteligente en su vida privada, en su ideario y en sus actividades ajenas al medio cinematográfico, que sin embargo rara vez elige una buena película a la que aportar su granito de arena.

Licenciado en Filosofía, coleccionista de arte, articulista en The New Yorker y actor con posibilidades desperdiciado con frecuencia en comedias familiares sin gracia ni enjundia. Así podría rezar el apresurado resumen vital de un hombre que en Doce fuera de casa, secuela de Doce en casa (2003), vuelve a convertirse en el protagonist...

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.Steve Martin es uno de esos actores con fama de inteligente en su vida privada, en su ideario y en sus actividades ajenas al medio cinematográfico, que sin embargo rara vez elige una buena película a la que aportar su granito de arena.

Licenciado en Filosofía, coleccionista de arte, articulista en The New Yorker y actor con posibilidades desperdiciado con frecuencia en comedias familiares sin gracia ni enjundia. Así podría rezar el apresurado resumen vital de un hombre que en Doce fuera de casa, secuela de Doce en casa (2003), vuelve a convertirse en el protagonista de una de esas insoportables películas familiares que, no contentas con recaudar una millonada durante la Navidad, alimentarán las siestas televisivas españolas durante los años venideros.

DOCE FUERA DE CASA

Dirección: Adam Shankman. Intérpretes: Steve Martin, Bonnie Hunt, Piper Perabo, Eugene Levy. Género: comedia. EE UU, 2005. Duración: 90 minutos.

El temible Adam Shankman (Un canguro superduro) sustituye a Shawn Levy, director de la primera entrega (que ya era un remake de Trece por docena, de Walter Lang), con sus habituales cursilerías y falta de ritmo, y alimenta su historia a base de continuos encadenados de imágenes con fondo musical supuestamente graciosillos.

Doce fuera de casa es un relato que pretende contrastar dos de las maneras de entender la educación hoy en día, la paramilitar y la libertaria. Sin embargo, como en todas las comedias familiares, el nivel de los chistes se iguala por abajo para que sean comprensibles incluso para un niño de siete años, lo que, evidentemente, no tiene la menor gracia para el resto de los mortales.

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