OPINIÓN DEL LECTOR

Biblioteca pública

Nuestra biblioteca pública Infanta Elena languidece. Frente a los que pensamos que una biblioteca pública debe ser ante todo un lugar para la sociabilidad, el estudio, el encuentro y el intercambio de ideas, los hay decididos a convertirla en una mera agencia de préstamos de libros. Frente los que pensamos que el acceso a la cultura en unas condiciones dignas es ya un derecho fundamental y que debemos poner todas las facilidades a nuestros jóvenes, cuesten lo que cuesten, "para que puedan estudiar", hay quienes se decantan por aburrirlos, desesperarlos, reduciendo los puestos de estudio, para ...

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Nuestra biblioteca pública Infanta Elena languidece. Frente a los que pensamos que una biblioteca pública debe ser ante todo un lugar para la sociabilidad, el estudio, el encuentro y el intercambio de ideas, los hay decididos a convertirla en una mera agencia de préstamos de libros. Frente los que pensamos que el acceso a la cultura en unas condiciones dignas es ya un derecho fundamental y que debemos poner todas las facilidades a nuestros jóvenes, cuesten lo que cuesten, "para que puedan estudiar", hay quienes se decantan por aburrirlos, desesperarlos, reduciendo los puestos de estudio, para que se queden en sus casas, donde muchas veces no pueden disponer de unas condiciones óptimas para la concentración. Se olvidan que muchos de estos jóvenes, entre apunte y apunte, también leen algún libro, periódico, revista, adquieren cultura, intercambian ideas y mejora nuestra democracia. Soy de los que sueñan con una biblioteca pública abierta las 24 horas del día. Pero seguramente soy un pobre soñador.

Pero pasemos a los hechos. Sólo se necesita dar un paseo por la otrora moderna e impecable biblioteca pública Infanta Elena para tomar el pulso a la situación: Continuas colas de usuarios para "acceder a la misma" porque no hay puestos suficientes; continuas suspensiones temporales de determinados servicios, por falta de personal; más de 40 taquillas averiadas; más de 30 focos fundidos, unos sofás raídos, mugrientos, asquerosos, que piden a gritos una nueva tapicería; una directora que no deja de clamar en el desierto pidiendo más dinero y más personal para solucionar estos problemas; un delegado provincial de Cultura al que no se le cae la cara de vergüenza de permanecer pasivo ante esta situación, que lleva años agravándose y que lo único que sabe hacer son campañas publicitarias en las marquesinas de los autobuses para el "autobombo". Seguramente porque hace tiempo que no se pasa por la biblioteca. Y finalmente, lo peor de todo, un pueblo indolente, apático, aborregado, que no sólo no es capaz de manifestarse públicamente para acabar con esta situación sino que ni tan siquiera llega a pedir y rellenar una simple hoja de reclamaciones. Seguramente porque nadie le enseño a reclamar. Porque le vendieron la moto de que la democracia es un simple y mecánico gesto de votar cada cuatro años y no una idea que se debe conquistar cada día. Así nos va. ¿Y ésta es la Andalucía de la Segunda Modernización? Pues que venga ya la tercera porque con ésta no tenemos ni para empezar.

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