Reportaje:

Llenar los vacíos culturales

Leopoldo Zugaza promovió hace 40 años la Feria del Libro de Durango y dirige el Photomuseum de Zarautz

A sus 73 años, Leopoldo Zugaza mantiene el espíritu emprendedor con el que puso en marcha la Feria de Durango hace ocho lustros. Se nota en su ágil presencia, la de quien no sabe lo que es la jubilación, y en su capacidad para seguir trabajando por la creación de una infraestructura cultural centrada en la oferta diaria y variada, alejada de las pompas del espectáculo para lucimiento de políticos. Como él mismo reconoce a lo largo de la conversación, su intención ha sido siempre la de llenar los vacíos, más o menos grandes, que ha encontrado en el ámbito cultural vasco. "Nuestra generación ha ...

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A sus 73 años, Leopoldo Zugaza mantiene el espíritu emprendedor con el que puso en marcha la Feria de Durango hace ocho lustros. Se nota en su ágil presencia, la de quien no sabe lo que es la jubilación, y en su capacidad para seguir trabajando por la creación de una infraestructura cultural centrada en la oferta diaria y variada, alejada de las pompas del espectáculo para lucimiento de políticos. Como él mismo reconoce a lo largo de la conversación, su intención ha sido siempre la de llenar los vacíos, más o menos grandes, que ha encontrado en el ámbito cultural vasco. "Nuestra generación ha padecido, no escasez, absoluta ausencia de cultura. Cuando tenía 18 años, en mi pueblo no había una biblioteca pública. Suelo recordar la conversación que mantuve con el director general de BBK cuando llevaba las actividades culturales. Me dijo: 'Leopoldo, ¿no va a tomar vacaciones?' Y le respondí: '¿Ahora que podemos organizar actividades y tenemos dinero para financiarlas? Ya hemos tenido 40 años de vacaciones".

Buena prueba de ello: Durango a principios de los años 60. No había ni asociaciones culturales. Así lo recuerda Zugaza: "La creación de Gerediaga costó lo suyo, porque no conseguíamos reunir a doce personas para formar la primera junta directiva. Cuando propuse organizar una feria del libro, la acogida por parte de la junta fue, en un primer momento, fría. Y las pocas editoriales de entonces tampoco veían el interés del encuentro. Esto da una idea de cómo estaba el espíritu de la gente".

La primera idea era una feria del libro, inspirada en la de Madrid, que entonces se organizaba en el Paseo de Recoletos, pero luego hubo algunos que pidieron que también se dedicase al disco. "En aquel entonces ya empezaban a despuntar los cantautores, estaban los del movimiento musical Ez Dok Amairu, había un interés por la música tradicional y se recuperaban grabaciones antiguas de canción popular por la casa Columbia", aclara Zugaza.

"Fue un éxito de tal calibre... Hay que tener en cuenta que las circunstancias son completamente distintas. Sólo basta recordar que hasta lo reconoció el Hierro, el diario de Falange, con una foto de la feria y un titular en primera página que decía: 'Abundante público de la Vizcaya oriental acudió ayer a la feria del libro en Durango'. La acogida fue asombrosa. Yo no sé si ahora acudirá más público, pero más compradores que aquellos, no. La gente salía con carros". Leopoldo Zugaza recuerda la ignorancia en la que vivían los vascos sobre sí mismos, "porque nadie les había contado la historia. Incluso aquellas personas más preocupadas por los asuntos del país la desconocían".

No hubo grandes problemas con las autoridades. "En aquel momento, el régimen estaba vacilante, no derrotado ni mucho menos. En Gerediaga había gente de todo tipo, no éramos nacionalistas. Dentro del régimen, gente de raíz carlista lo asumió perfectamente, porque consideraba que era un asunto que les concernía. Es más, el alcalde de Durango nos ayudó y fue a la Diputación a pedir dinero y consiguió 3.000 pesetas. La de Navarra aportó 500. Incluso los más reaccionarios de aquella Diputación navarra, gente que había participado en el alzamiento con Mola, acudían a la feria".

En este momento de sus recuerdos, Leopoldo Zugaza, habitualmente tranquilo, se enerva. "Me parece terrible lo que ocurre ahora en Navarra, de una falta de inteligencia absoluta. No conozco a ningún navarro al que le repugne el resto del país. Los políticos están en un juego en el que no participan los ciudadanos. Al ciudadano lo que le interesa es que cuando aprieta el botón suene el timbre y todo el mundo, salvo algún resabiado, entendía que había un vacío absurdo que no tenía por qué existir".

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El vacío que, años más tarde, Zugaza llenó con la creación del Photomuseum de lka localidad guipuzcoana era todavía mayor si cabe. El Photomuseum es el único museo dedicado exclusivamente a la fotografía que existe en toda España.

Sus orígenes parten del interés de Zugaza por la difusión de una cultura práctica, lejos del espectáculo mediático. Un día de 1992, en Zarautz, donde veraneaba, y mientras hablaba con su amigo Ramón Serras, surgió la idea de presentar un boceto de museo vasco de la fotografía, con las pequeñas colecciones de cámaras y otros objetos que ambos atesoraban. "El Museo de Bellas Artes de Bilbao empezó con 13 cuadros y ahora está reconocido como una pinacoteca de primer orden", apunta. El Ayuntamiento de Zarautz respaldó aquel esbozo de centro y cedió a Zugaza y Serras un par de pisos de Villa Manuela, un imponente caserón de cinco plantas de propiedad municipal.

Hoy, 13 años después, el Photomuseum ocupa todo ese edificio. Cuenta con una biblioteca de referencia internacional, recoge en un catálogo toda la bibliografía sobre fotografía que se ha publicado desde que Daguerre inventó el daguerrotipo en 1839, presenta reconocidas muestras temporales que completan la exposición permanente, publica una revista en la que, por ejemplo, se han editado por vez primera los textos de Walter Benjamin sobre la fotografía, organiza congresos,...

El ingeniero que no fue

Leopoldo Zugaza (Durango, 1932) terminó el Bachillerato y se orientó hacia la Ingeniería, pero, como ha demostrado su biografía posterior, no había nacido para los estudios técnicos. Lo suyo eran las humanidades, aunque tuvo que pasar un tiempo hasta que se pudo dedicar a ellas profesionalmente. Antes fue cobrador de autobús, mecánico de camiones, tendero, propietario de un almacén de materiales de construcción,... Dos de sus hijos han seguido sus pasos en el fomento de las humanidades: Miguel, actual director del Museo del Prado y, antes, del Bellas Artes de Bilbao, y Alejandro, responsable de una agencia literaria que trabaja con los principales escritores e ilustradores vascos, como Bernardo Atxaga o Mikel Valverde.

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