OPINIÓN DEL LECTOR

Sobre la celiaquía

El 26 de noviembre acudí a un pabellón de la Casa de Campo con mi familia a la convención anual de enfermos de celiaquía, una enfermedad que les impide tomar gluten. Como los productos alimentarios son muy caros (por ejemplo, un bloque de pan cuesta más de 600 pesetas), miles de familias se acercan a la muestra para pasar un día de asueto con los niños y adquirir productos más baratos. Los asistentes son gente de clase media o baja que buscan un poco de ahorro. Como se hacen compras grandes y muchos venimos de fuera, es necesario llevarse el coche. Además, el metro queda lejos y hay que subir ...

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El 26 de noviembre acudí a un pabellón de la Casa de Campo con mi familia a la convención anual de enfermos de celiaquía, una enfermedad que les impide tomar gluten. Como los productos alimentarios son muy caros (por ejemplo, un bloque de pan cuesta más de 600 pesetas), miles de familias se acercan a la muestra para pasar un día de asueto con los niños y adquirir productos más baratos. Los asistentes son gente de clase media o baja que buscan un poco de ahorro. Como se hacen compras grandes y muchos venimos de fuera, es necesario llevarse el coche. Además, el metro queda lejos y hay que subir una fuerte pendiente, imposible para gente mayor (las familias acudían con los abuelos).

Tras atravesar la Casa de Campo y ver la fortísima degradación que sufre (puedo asegurar que nadie en su sano juicio pasaría por el atardecer por allí andando), llegamos al pabellón. El parking estaba lleno, por lo que dejé mi coche en una calle cercana y oscura. Para no entorpecer el paso a otros asistentes, subí dos ruedas en la acera. Otras decenas de personas hicieron lo mismo. Sí, lo sé, está mal, pero todos éramos familias con niños y por allí sólo pasábamos nosotros.

En la feria lo pasamos estupendamente. Mis hijos disfrutaron de las atracciones de la Asociación Madrileña de Celiacos y compramos muchísimos productos. Nos ahorramos unos 120 euros.

Pero cuando salimos, descubrimos que una decena de policías municipales nos estaban poniendo multas. Eran multas de 90 euros. Por cierto, sus coches policiales también estaban sobre las aceras. Sentí indignación y vergüenza y pensé: ¡pobres policías! Ponen multas a familias modestas que intentan ahorrarse unos euros por infringir la ordenanza. A las zonas oscuras del parque, donde se veía claramente que no sólo se infringía la ordenanza, sino también el Código Penal y la Declaración de Derechos Humanos, no se acercaban. Si yo fuera policía o concejal de Seguridad, esa noche no dormiría tranquila. Le pediré a la asociación que otro año organice la feria fuera de la capital, donde sus alcaldes nos recibirán, seguro, con los brazos abiertos.

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