Crítica:

Felicidad en salsa agridulce

Si en Preludio la obsesión de su protagonista eran los célebres preludios de Chopin, en Gordo, su tercera y nueva novela, la obsesión de quien narra es la comida. Pero su obsesión no es patológica. Siendo Ramón Pérez Carrasco crítico gastronómico, es obligado entender que su amor a la cocina es el natural afecto expansivo del que ama su trabajo y los materiales y la arquitectura de los materiales que son objeto de ese trabajo. Es verdad que el protagonista y narrador de esta novela pesa en el momento en que nos narra su peripecia 130 kilos. También es verdad que su obesidad es ca...

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Si en Preludio la obsesión de su protagonista eran los célebres preludios de Chopin, en Gordo, su tercera y nueva novela, la obsesión de quien narra es la comida. Pero su obsesión no es patológica. Siendo Ramón Pérez Carrasco crítico gastronómico, es obligado entender que su amor a la cocina es el natural afecto expansivo del que ama su trabajo y los materiales y la arquitectura de los materiales que son objeto de ese trabajo. Es verdad que el protagonista y narrador de esta novela pesa en el momento en que nos narra su peripecia 130 kilos. También es verdad que su obesidad es casi estructural. La sufre desde pequeño. Algo así como una mala pasada del metabolismo a alguien que ha hallado en la gastronomía la oportunidad de un discurso que la trascienda: una filosofía del placer y una regla del bien vivir y el bien pensar.

GORDO

Jesús Ruiz Mantilla

RBA. Barcelona, 2005

205 páginas. 14 euros

Gordo es una novela llena

de actualidad. Sus lectores encontrarán en ella ecos de un problema social que se expande, incluso un grave problema de salud pública. No deja de ser una terrible ironía que cuando en el mundo mueren por minuto miles de personas de hambre, en ese mismo mundo otros mueran por las consecuencias letales de la sobrealimentación. Pero Mantilla no ha querido escribir un libro sobre ello, aunque su referencia esté latente. El novelista y crítico musical ha ideado un artefacto de ficción a medio camino entre la fábula y la comedia un poco agridulce aunque predominantemente amable. Que el punto de vista de la narración se sitúe en un crítico gastronómico obeso colabora a ese juego de dramática ironía en que el narrador se encuentra. Ramón Pérez Carrasco un día comienza a no verse. Comienza a sufrir de una lenta y progresiva invisibilidad, que no es otra cosa que el delirio de su sentimiento de culpa por ser obeso. Esa fantasmal invisibilidad (el narrador hace referencia a la obesidad subjetiva, que es la que sufre también él) coincide con la esperanza de una relación amorosa, circunstancia que al obeso crítico atormenta desde siempre. Ruiz Mantilla ha escrito una buena novela sobre nuestro presente. La obesidad, al fin y al cabo, no es más que otra de las ásperas metáforas de nuestras tan cacareadas pero pésimamente gestionadas sociedades desarrolladas. Gordo nos ofrece algunas recetas y algunos consejos que se agradecen. En esa línea de racional epicureísmo que se desprenden de los artículos sobre gastronomía de Josep Pla, un teórico, que como nuestro protagonista, no solía frecuentar las cocinas. Tampoco se priva el autor de mostrar su apasionada querencia por las interpretaciones del gran Gleen Gould. Y por el no menos grande Benito Pérez Galdós.

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