Reportaje:ORIENTE PRÓXIMO

Entre la paz y el retorno a las piedras

Paz o Intifada. Israelíes y palestinos se debaten entre una solución pacífica y el estallido de una nueva revuelta. La salida del Ejército de Israel de Gaza, el desmantelamiento de 21 asentamientos y la expulsión de sus cerca de 8.000 colonos el pasado mes de agosto entreabrieron las puertas de la esperanza a través de las cuales se podía otear la silueta de un posible pacto que pusiera punto final a un conflicto que se inició hace cerca de 60 años. Sin embargo, la negativa del Gobierno israelí a continuar avanzando por el sendero de la paz y cumplir todos sus compromisos ha empezado a colmar ...

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Paz o Intifada. Israelíes y palestinos se debaten entre una solución pacífica y el estallido de una nueva revuelta. La salida del Ejército de Israel de Gaza, el desmantelamiento de 21 asentamientos y la expulsión de sus cerca de 8.000 colonos el pasado mes de agosto entreabrieron las puertas de la esperanza a través de las cuales se podía otear la silueta de un posible pacto que pusiera punto final a un conflicto que se inició hace cerca de 60 años. Sin embargo, la negativa del Gobierno israelí a continuar avanzando por el sendero de la paz y cumplir todos sus compromisos ha empezado a colmar la paciencia de los palestinos, que amenazan con hacer estallar la tercera Intifada.

"La salida de la franja de Gaza es una de las tres grandes decisiones históricas tomadas por un Gobierno de Israel en los últimos años. La paz entre israelíes y palestinos está al alcance de la mano", aseguraba el pasado mes de junio el presidente Moshe Katsav, en una entrevista en exclusiva para EL PAÍS. Aquellas primeras manifestaciones sobre la salida de Gaza del presidente se vieron reforzadas dos meses después por una vigorosa proclama en la que el presidente exigía a todos los colonos rendirse a la evidencia, bajar la guardia, acatar las decisiones del Gobierno y abandonar pacíficamente los asentamientos, permitiendo con ello una solución pacífica a un largo conflicto.

Una parte importante de la izquierda israelí, lo que incluye un sector amplio del Partido Laborista, está contra la destrucción de las viviendas palestinas
Israel ha reactivado la política antiterrorista a ultranza y sigue con la construcción del gran muro, el cierre de ciudades y los asesinatos selectivos
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Los mensajes del presidente Moshe Katsav eran el fruto de un clima de euforia y esperanza originado en Israel con la ayuda de la comunidad internacional, especialmente de Estados Unidos, que confiaba en que la retirada de los soldados israelíes de Gaza supusiera la reanudación de un dialogo interrumpido cinco años atrás con el estallido de la segunda Intifada. Las negociaciones entre israelíes y palestinos deberían, según estos proyectos, garantizar la puesta en práctica de la Hoja de Ruta y la descolonización paulatina del resto de los territorios palestinos de Cisjordania y de Jerusalén Este, ocupados desde 1967. El repliegue pacífico de las tropas de Gaza, en perfecto orden y sin derramamiento de sangre pareció consolidar todas estas expectativas y llegó incluso a crear la ilusión óptica de que el fin del conflicto israelí-palestino estaba al alcance de la mano. Las predicciones del presidente Katsav, sin embargo, nunca llegaron a hacerse realidad.

"Gaza ha sido un gran fiasco. No nos debemos dejar engañar:su objetivo no es buscar la paz, sino reforzar la presencia y la ocupación en Cisjordania y Jerusalén Este", asegura el historiador y activista Meir Margalit, alumno aventajado del catedrático de Haifa Illan Pappe, dirigente del partido pacifista Meretz, ex concejal durante 15 años del Ayuntamiento de Jerusalén y animador de la organización no gubernamental Comité Contra la Demolición de Casas, que lucha contra la destrucción sistemática de las viviendas palestinas.

Una parte importante de la izquierda israelí, lo que incluye un sector amplio del Partido Laborista, comparte plenamente a estas alturas las percepciones del activista Meir Margalit, y acusan al Gobierno de Ariel Sharon y Simón Peres de haber incumplido sistemáticamente todos los compromisos anexos a la salida de Gaza. El bloqueo del proceso de descolonización impide a los palestinos controlar sus fronteras, disfrutar de sus aguas territoriales, reconstruir su territorio y resucitar su economía, devastada por cinco años de bombardeos. La franja de Gaza se ha convertido para más de millón y medio de palestinos en una inmensa prisión.

Israel, anclada en los viejos esquemas, ha reactivado la política antiterrorista a ultranza. Desde la Administración se sigue impulsando la construcción del gran muro en territorio palestino, la práctica de los asesinatos selectivos y las medidas de cierre a ciudades y territorios, con absoluto desprecio hacia las leyes y convenciones internacionales que prohíben a los ocupantes imponer castigos colectivos a la población civil.

El espejismo de la descolonización de Gaza está provocando la ira y la crispación de los palestinos, que empiezan a plantearse sin ambigüedades la declaración de una tercera Intifada. La oleada de indignación es más evidente entre la población de la franja, que, a pesar de todas las promesas, sigue sumida en el paro y la miseria. La cólera embarga también a los ciudadanos de los territorios de Cisjordania, desde Nablus hasta Hebrón, pasando por Belén y Jerusalén Este. Todos han dejado de creer en las promesas israelies y sopesan en voz baja la posibilidad de continuar con la lucha armada.

"La situación de estancamiento amenaza con erosionar nuestra credibilidad y nuestra capacidad para administrar los territorios palestinos", asegura desde Gaza el coronel Mohamed Dahlan, ministro responsable para los asuntos de seguridad, mano derecha del presidente palestino, Mahmud Abbas. Dahlan, uno de los líderes del nuevo equipo de la Autoridad Nacional Palestina, representante de la Joven Guardia que tomó el relevo hace un año tras la muerte de Yasir Arafat, es consciente de que se le está acabando el tiempo. La retirada de Gaza le encumbró hasta la cima del poder, pero ahora el fantasma de una tercera Intifada amenaza con poner fin a su vida política.

Una mujer palestina, con su hijo en brazos, pasa cerca de Jerusalén por un hueco en el muro levantado por Israel.AP

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