Editorial:

El ciclón Sharon

El primer ministro israelí, Ariel Sharon, de 77 años, ha puesto patas arriba de un plumazo el mapa político en su país. Mientras anunciaba ayer que dejaba el Likud para formar un partido de centro, pedía al presidente Katsav que convocara elecciones. Y aunque el primer mandatario habría podido evacuar consultas sobre la formación de otro Gobierno, se plegaba a lo que era, por añadidura, el deseo muy mayoritario de la Cámara para celebrar los comicios el 28 de marzo. Probablemente mañana quedará así oficializado en forma de ley en la Knesset.

El líder israelí ha puesto a sus rivales a la...

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El primer ministro israelí, Ariel Sharon, de 77 años, ha puesto patas arriba de un plumazo el mapa político en su país. Mientras anunciaba ayer que dejaba el Likud para formar un partido de centro, pedía al presidente Katsav que convocara elecciones. Y aunque el primer mandatario habría podido evacuar consultas sobre la formación de otro Gobierno, se plegaba a lo que era, por añadidura, el deseo muy mayoritario de la Cámara para celebrar los comicios el 28 de marzo. Probablemente mañana quedará así oficializado en forma de ley en la Knesset.

El líder israelí ha puesto a sus rivales a la defensiva con este ciclón político. Abandona la formación de la derecha nacionalista que él mismo contribuyó a crear en 1973, llevándose consigo a 13 de sus 40 parlamentarios más cinco ministros, y tienta a su veterano colaborador, Simon Peres, de 82 años, a que también se le sume. Así echa al Likud probablemente en brazos de su adversario, Benjamín Netanyahu, pero dejándole muy debilitado ante la opinión, mientras lanza el anzuelo del poder para que Peres, derrotado por el sindicalista Amir Peretz en las primarias laboristas, haga lo propio, arrastrando el voto menos transigente. Y amenaza con destruir el tradicional, aunque cada vez más desmejorado, bipartidismo Likud-Laborismo, insertando entre ambos una tercera fuerza a la que llamará Responsabilidad nacional. Nunca un tercer partido se ha consolidado en Israel, por lo que nos hallamos ante una audaz apuesta política.

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No hay motivo, sin embargo, para augurar que esa formación vaya a ser más generosa con la Autoridad Palestina que la propia derecha nacionalista. Si de centro cabe calificar al nuevo partido, sólo puede deberse a que el Likud se está corriendo aún más a la derecha, como protesta por la reciente retirada israelí de Gaza, mientras que a la izquierda seguirá teniendo al Laborismo que, con Peretz, vuelve a su posición clásica de estudiar sin concretar demasiado concesiones territoriales de alguna entidad al pueblo palestino.

¿Qué puede ofrecer un Sharon reconvertido en centrista? Nadie, ni partidarios ni adversarios, le atribuye más intención que la de abandonar algunas colonias aisladas en Cisjordania, conservando la gran expansión central que se adentra profundamente en los territorios ocupados, con más de 200.000 colonos. Es muy difícil que con esta apuesta vuelva a vivir de nuevo el proceso de paz.

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