Crítica:

El Quijote como motivo

Durante meses estamos siendo machacados por una agobiante serie de actos en torno a la figura del Quijote. Hay que recordar que "conmemorar" significa hacer algo para mantener en la memoria un acontecimiento, pero para conseguir que esa persistencia de la memoria sea eficaz aquello que se "hace" debe tener tanta importancia como lo que se pretende conmemorar. La novela de Cervantes ha logrado traspasar por sí sola cuatro siglos desde su primera impresión con un reconocimiento sostenido de lectores y de eruditos, por eso cabe preguntarse si alguna de las múltiples cosas que se están haciendo co...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Durante meses estamos siendo machacados por una agobiante serie de actos en torno a la figura del Quijote. Hay que recordar que "conmemorar" significa hacer algo para mantener en la memoria un acontecimiento, pero para conseguir que esa persistencia de la memoria sea eficaz aquello que se "hace" debe tener tanta importancia como lo que se pretende conmemorar. La novela de Cervantes ha logrado traspasar por sí sola cuatro siglos desde su primera impresión con un reconocimiento sostenido de lectores y de eruditos, por eso cabe preguntarse si alguna de las múltiples cosas que se están haciendo como conmemoración lograrán mantenerse en la memoria más de cuatro meses o de cuatro años.

LAS TRES DIMENSIONES DEL QUIJOTE

Museo Nacional Reina Sofía

Santa Isabel, 52. Madrid

Hasta el 13 de febrero de 2006

La imposibilidad de crear al-

go que esté a la altura artística de la celebrada obra cervantina, la cohorte de "aprovechados" que pululan en torno al dinero que se ha dedicado a la conmemoración y algunas fallidas experiencias en las que se ha invitado a artistas plásticos a interpretar el Quijote sembraban un funesto presagio sobre los resultados de la exposición que comento. Hay que tener en cuenta que es muy difícil responder al reto de interpretar hoy una obra literaria compleja tras haberse liberado el arte de los recursos de la representación y el realismo, cuando cada artista ha fraguado un lenguaje plástico propio con una sintaxis formal, una retórica de procedimientos y una gramática de materiales que se alejan de la ilustración para mostrar el mundo propio más que el ajeno.

Sin embargo, la sorpresa de esta exposición radica en que más de la mitad de los veinte artistas que aquí se presentan han logrado realizar obras que, sin traicionar su lenguaje, son dignas, están bien resueltas y logran establecer alguna conexión con el tema, lo cual es mucho más de lo que se podría esperar de tan quijotesca aventura. La diversidad de lenguajes, estructuras, procedimientos, materiales, pretensiones, formatos y presencias, unido al acierto en la disposición de las piezas en la sala, hace que esta exposición, con independencia del motivo que convoca a los artistas, permita pasar revista a la actividad de la escultura en España o, si se quiere, a las creaciones que realizan los artistas ocupando el espacio con construcciones en tres dimensiones.

Obviamente, en una exposición en la que se convoca a artistas de varias generaciones, orientaciones y tendencias, en un intento panorámico de mostrar la situación de la escultura, debe de haber de todo, lo que hace que las comparaciones y los juicios de valor no resulten pertinentes. Sin embargo, me arriesgaría a señalar algunas cualidades, como la literalidad de Francisco Leiro, la elegancia de Andreu Alfaro, la grata sorpresa del bodegón de Carmen Laffón, la sugerencia grutesca de Cristina Iglesias, el nítido gesto espacial de Martín Chirino o la contundencia de Javier Pérez.

Aunque ninguno de ellos consigue acuñar un nuevo icono quijotesco, cosa que ciertamente nadie ha pedido, algunos han conseguido depurar efigies emblemáticas y recrear espacios que, en sí mismos, justifican el esfuerzo realizado.

'Gigantes y no molinos...' (2005), escultura de Martín Chirino.

Archivado En