Columna

Treinta

El lunes que viene se cumplen treinta años de la tragedia saharaui. Esto es, el 14 de noviembre de 1975 los españoles cometimos la infamia de firmar los acuerdos tripartitos de Madrid, por los cuales se cedía el Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania. Treinta años de exilio en el infierno, de pedregales resecos y cucarachas, de tiendas provisionales transmutadas en permanentes, esos refugios de pobre lona en los que han muerto ya demasiados adultos sin poder regresar y han nacido demasiados muchachos en la desesperanza. Treinta años de mentiras, de promesas jamás cumplidas, de hermosas pal...

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El lunes que viene se cumplen treinta años de la tragedia saharaui. Esto es, el 14 de noviembre de 1975 los españoles cometimos la infamia de firmar los acuerdos tripartitos de Madrid, por los cuales se cedía el Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania. Treinta años de exilio en el infierno, de pedregales resecos y cucarachas, de tiendas provisionales transmutadas en permanentes, esos refugios de pobre lona en los que han muerto ya demasiados adultos sin poder regresar y han nacido demasiados muchachos en la desesperanza. Treinta años de mentiras, de promesas jamás cumplidas, de hermosas palabras (como las de Felipe González cuando visitó los campamentos) que luego fueron borradas por las conveniencias del poder. Y es que los saharauis nunca han sido lo suficientemente convenientes para los poderosos: no cuentan con un ejército potente, no poseen petróleo ni minerales preciosos, no tienen aliados, no son más que un pueblo pobre, pequeño y tenaz mil veces traicionado, porque al mundo parece importarle poco que su causa sea justa. Digamos que, en el mercado político global, las causas justas que carecen de padrinos guerreros o apoyos financieros se valoran muy bajo.

Sin embargo, España y la comunidad internacional se equivocan al no apoyar a los saharauis, y no sólo por la indignidad moral que eso supone sino, además, por razones prácticas de peso. Primero, porque son un ejemplo de modernidad y tolerancia dentro del mundo islámico, y, segundo, porque escogieron la vía diplomática y no la terrorista para su lucha. Si no hacemos caso a sus reclamaciones, si permitimos que los marroquíes sigan reprimiéndoles brutalmente, estaremos dando una peligrosísima demostración práctica de que sólo con la ferocidad, la violencia y la sangre se consiguen las cosas. Que sólo se te escucha cuando matas. ¿De verdad queremos ofrecer un mensaje semejante en estos tiempos? Las organizaciones solidarias con el Sáhara (sahara-coord.estatal@wanadoo.es) están recogiendo firmas sobre el tema y han convocado una manifestación en Madrid el próximo sábado 12 a las doce del mediodía, partiendo de la glorieta de Atocha hasta llegar a la plaza Mayor. Ojalá sea masiva.

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