Tribuna:

La nueva economía del Pacífico

La fortaleza de la economía china sigue sorprendiendo. Durante el primer semestre de 2005, su crecimiento real se ha situado en el 9,5%, manteniendo los ritmos alcanzados en los dos años anteriores. El superávit comercial acumulado entre enero y julio ha alcanzado los 85.719 millones de dólares, frente a los 13.523 millones obtenidos en el mismo periodo de 2004.

Estos brillantes resultados no se han materializado únicamente como consecuencia del intenso avance de las exportaciones (31%), ya que se ha añadido la presencia simultánea de dos factores adicionales: la potente progresión chin...

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La fortaleza de la economía china sigue sorprendiendo. Durante el primer semestre de 2005, su crecimiento real se ha situado en el 9,5%, manteniendo los ritmos alcanzados en los dos años anteriores. El superávit comercial acumulado entre enero y julio ha alcanzado los 85.719 millones de dólares, frente a los 13.523 millones obtenidos en el mismo periodo de 2004.

Estos brillantes resultados no se han materializado únicamente como consecuencia del intenso avance de las exportaciones (31%), ya que se ha añadido la presencia simultánea de dos factores adicionales: la potente progresión china en el mercado europeo y la desaceleración de las importaciones adquiridas por el antiguo imperio celeste. Acerca del primer aspecto, baste decir que el déficit de la Unión Europea ya se ha situado al mismo nivel que el existente entre EE UU y China: según la información del Boletín Económico de La Caixa, el 46% del excedente comercial global obtenido por este último país, en el transcurso de 2005, se ha debido al deterioro de las ventas europeas.

Por su parte, la reducción del ritmo importador de China se ha manifestado como consecuencia de dos factores: la presencia de cierta desaceleración en la adquisición de materias primas y, -hecho especialmente relevante-, la reducción de las compras, por este país, de manufacturas de alto valor añadido con origen en los mercados internacionales más avanzados, tales como instrumentos de precisión, musicales y relojes, equipo electrónico, productos de alta tecnología e, incluso, maquinaria de transporte.

A partir de tales orientaciones, la percepción de la economía de este nuevo coloso internacional comienza a mostrar signos de cambio. China parece perseguir una presencia que abarque el cielo de la alta tecnología y la tierra de los productos manufacturados basados sobre la abundancia de trabajo poco cualificado. En su último Informe 2005, el Alto Consejo Consultivo en I+D de la Generalitat ha señalado al respecto que la inversión de este país en I+D se eleva ya al 1,2% del PIB, superando, por lo tanto, a la proporción que dicha ratio obtiene en España y la Comunidad Valenciana. De igual modo, se ha constatado la existencia de un desplazamiento de las capacidades tecnológicas hacia el Pacífico, en detrimento de las existentes en el área del Atlántico. Una traslación que no es el resultado -por el momento- de una mayor producción científica, sino de un aprovechamiento más intenso por el espacio del Pacífico de los resultados internacionales de la actividad investigadora, incluida la procedente de Europa y de los estados norteamericanos de la costa Este.

Si bien la India se sitúa todavía a cierta distancia de China, representa asimismo un país a tener en cuenta y a seguir detenidamente: aunque inferiores a los chinos, sus rápidos ritmos de crecimiento económico actuales -en torno al 6% anual- se manifiestan en paralelo con la emergencia de un intenso tráfico de servicios, procedente de las industrias de software y entretenimiento. La proximidad espacial de las empresas permite cultivar la extensión de aglomeraciones especializadas en determinados sectores, imitando en alguna medida el modelo del Silicon Valley estadounidense.

De este modo, tanto China como la India están consiguiendo romper los estereotipos tradicionales en torno a las fases de desarrollo de los países menos aventajados. En una misma realidad sociopolítica convive ahora lo nuevo con lo tradicional: la industria considerada high tech y la basada sobre procesos de reducida complejidad.

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No sorprende, pues, que haya sido una empresa farmacéutica india la que haya amenazado romper la patente de Roche para obtener los antivirales aplicables a posibles infecciones de la gripe aviar en humanos: existe un precedente próximo, también en este mismo país, que ha posibilitado la obtención de tratamiento contra el sida, al reducido precio de un dólar por enfermo y día (entre 30 y 50 veces inferior al coste presente en las economías occidentales). Como tampoco puede resultarnos extraño que Corea del Sur, entre otros aspectos, esté a punto de transformarse en la gran factoría de células madre: su inversión global en I+D ya fue en 2002 del 2,9% del PIB, mientras que en la Unión Europea, con un 1,8% en ese mismo año, ya se encuentra asumido que no podrá alcanzarse en 2010 el 3% fijado por la cumbre de Lisboa.

Es cierto que no todo son rosas en el avance de China e India. El papel del sector público, las debilidades de las entidades financieras, la afirmación de la ley como garantía jurídica real, las desigualdades regionales e interpersonales, las consecuencias de las migraciones internas y los riesgos medioambientales constituyen retos de primera magnitud que, en China, se suman a un postergado proceso de democratización que pone en jaque al conjunto del Estado; pero, desde la perspectiva económica, la progresiva fortaleza del Pacífico como semilla de nuevos liderazgos cuestiona la pasividad europea del momento presente, tan ausente de ambiciones de largo alcance como rácana en el empleo y aprovechamiento de sus mejores inteligencias.

Manuel López Estornell es economista.

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