La jungla del pánico
Ante el alicaído rumbo que ha llevado últimamente su carrera cinematográfica, Bruce Willis, una de las grandes estrellas de la pasada década, ha decidido coger el volante y producir él mismo sus ambiciosos vehículos al servicio de su persona, de sus habituales luchas contra el mal en medio de las explosiones y, novedad, también en beneficio de su hija (y de Demi Moore), a la que permite debutar como actriz.
A la espera de que el año próximo nos llegue la cuarta entrega de La jungla de cristal, hoy se estrena Hostage, dirigida con espectacularidad y cierto brío por el franc...
Ante el alicaído rumbo que ha llevado últimamente su carrera cinematográfica, Bruce Willis, una de las grandes estrellas de la pasada década, ha decidido coger el volante y producir él mismo sus ambiciosos vehículos al servicio de su persona, de sus habituales luchas contra el mal en medio de las explosiones y, novedad, también en beneficio de su hija (y de Demi Moore), a la que permite debutar como actriz.
A la espera de que el año próximo nos llegue la cuarta entrega de La jungla de cristal, hoy se estrena Hostage, dirigida con espectacularidad y cierto brío por el francés Florent Siri, un soportable cruce entre La habitación del pánico (David Fincher, 2002) y una de las nuevas figuras más utilizadas en el moderno cine policiaco: el negociador de rehenes.
HOSTAGE
Dirección: Florent Siri. Intérpretes: Bruce Willis, Kevin Pollak, Jonathan Tucker, Jimmy Bennet. Género: thriller de acción. EE UU, 2005. Duración: 113 minutos.
Quizá ansioso por huir del arquetipo de inmutable héroe cachas, Willis otorga a su personaje una sensibilidad que se antoja casi excesiva, ya que, entre otras cosas, llorar en pantalla nunca fue su fuerte.
En cuanto a la realización, Siri guía con buen ritmo la historia, pero, llegado el clímax, se le va la mano con las cámaras lentas y los planos de Willis entre el fuego como recién salido del Apocalipsis, lo que lleva a Hostage a un bajón final que entronca más con las películas de las que se quiere diferenciar que con el producto de entretenimiento serio y respetable que se pretende.