Crítica:CRÍTICAS

Al servicio del loco

El cine español abre su abanico de posibilidades comerciales con Sinfín, un vehículo al servicio de Dani Martín, cantante del grupo de pop El Canto del Loco, estrella de la música española, icono de la belleza para buena parte de las jovencitas españolas y limitadísimo actor, sobre todo en materia de articulación vocal. Dirigida por Manuel Sanabria y Carlos Villaverde, pareja artística que hace un par de años se dio a conocer con La fiesta (cinta semiaficionada rodada con cuatro duros que saltó a un buen número de salas gracias a la campaña de marketing de una multinaciona...

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El cine español abre su abanico de posibilidades comerciales con Sinfín, un vehículo al servicio de Dani Martín, cantante del grupo de pop El Canto del Loco, estrella de la música española, icono de la belleza para buena parte de las jovencitas españolas y limitadísimo actor, sobre todo en materia de articulación vocal. Dirigida por Manuel Sanabria y Carlos Villaverde, pareja artística que hace un par de años se dio a conocer con La fiesta (cinta semiaficionada rodada con cuatro duros que saltó a un buen número de salas gracias a la campaña de marketing de una multinacional), Sinfín pasa por ser un producto realizado con frescura, aunque escrito a base de clichés y un espíritu un tanto conservador, que llama la atención porque funciona mucho mejor cuando acude al drama de corto alcance que cuando apela a la comedia gamberra.

SINFÍN

Dirección: Manuel Sanabria, Carlos Villaverde. Intérpretes: Armando del Río, Dani Martín, Nancho Novo, Ana Álvarez. Género: comedia romántica. España, 2005. Duración: 98 minutos.

Un buen prólogo, en el que se mezclan los prolegómenos de la última actuación de un grupo de la movida madrileña de los ochenta, imágenes documentales de la transición y diversos recortes políticos y musicales de la prensa de la época, da paso a una comedia con toques de romance y hasta de drama que casi nunca molesta y que podía haberse convertido en un más que digno producto si no fuera por algunas lamentables escenas de comedia bufa, zafia y de calidad ínfima que estropean el tan simpático como intrascendente conjunto. Así, cuando Sinfín pretende hacer reír, nunca lo consigue. Sin embargo, a pesar de aspirar a unas cotas artísticas mucho más limitadas que las previstas para otras comedias recientes con la movida como telón de fondo (véase la fallida El calentito), la película contiene variados momentos de cine muy bien construido técnicamente gracias a la notable planificación de sus directores. Honrosas situaciones en las que, interpretativamente hablando, se pone las botas Armando del Río, un oasis en medio de un desierto repleto de actores no habituales (Martín, Miguel Ángel Rodríguez, El Sevilla) y actuaciones muy por debajo de lo esperado.

Unas loables secuencias (por ejemplo, la del prólogo) a las que, por cierto, este último miércoles, festivo, en un atestado cine del centro de Madrid, casi nadie de la juvenil platea (con una gran mayoría de féminas) prestaba la menor atención. ¿Por qué? Porque en esos instantes el ídolo Martín no era el protagonista del asunto ni cantaba sus adoradas canciones.

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