La presencia de Alegría

El severo lenguaje de la Teología de la Liberación se ha escuchado muchas veces en los congresos de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, pero el discurso de Rodolfo Cardenal, ayer, llamó la atención porque fue el rostro vivo de esa perseguida y famosa corriente del pensamiento cristiano. Consciente de ello, el propio Cardenal se disculpó. "No es fácil hablar en estos términos tan duros y tan extraños a un mundo occidental que vive bien, pero esta es la manera que aprendí de Monseñor Romero y, en particular, de Ignacio Ellacuría Más radical es la manera de hablar del Nuevo Testamento". Entre c...

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El severo lenguaje de la Teología de la Liberación se ha escuchado muchas veces en los congresos de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, pero el discurso de Rodolfo Cardenal, ayer, llamó la atención porque fue el rostro vivo de esa perseguida y famosa corriente del pensamiento cristiano. Consciente de ello, el propio Cardenal se disculpó. "No es fácil hablar en estos términos tan duros y tan extraños a un mundo occidental que vive bien, pero esta es la manera que aprendí de Monseñor Romero y, en particular, de Ignacio Ellacuría Más radical es la manera de hablar del Nuevo Testamento". Entre congresistas no le fue necesario recordar que el obispo Oscar Arnulfo Romero y el jesuita vasco Ignacio Ellacuría fueron asesinados a tiros por la extrema derecha cristiana de El Salvador, el primero en 1980, y Ellacuría nueve años después.

Sin embargo, la sensación ayer, como en tantos congresos, fue la presencia de José María Díez-Alegría. Cumplidos los 94 años, Alegría -como le llaman todos- no paró de recibir besos y abrazos, como una estrella de cine. El famoso jesuita presidió entre 1988 y 1996 la Asociación de Teólogos Juan XXIII y esta semana ve publicada su biografía, escrita por Pedro Miguel Lamet con el título Díez-Alegría. Un jesuita sin papeles.

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