Reportaje:

La muerte más absurda

Los investigadores sólo encuentran el vehículo del homicida, que disparó cinco tiros a su víctima

"¿Qué pasa, tenemos que salir de casa con pistolas?", se preguntaba ayer uno de los compañeros de S. E., un beréber de 36 años, procedente de un pequeño pueblo de Marruecos junto a Nador que vivía en el núcleo histórico de Tortosa (Baix Ebre, con unos 35.000 vecinos). Anteayer, un hombre de unos 40 años, que huyó y aún no ha sido localizado, terminó con su vida acribillándole a tiros tras una discusión de tráfico. "Fue absurdo, muy absurdo", decía ayer Abdelaziz Deriouch, quien, como docenas de marroquíes e inmigrantes de otros países extracomunitarios, se concentró en la plaza de Montserrat, ...

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"¿Qué pasa, tenemos que salir de casa con pistolas?", se preguntaba ayer uno de los compañeros de S. E., un beréber de 36 años, procedente de un pequeño pueblo de Marruecos junto a Nador que vivía en el núcleo histórico de Tortosa (Baix Ebre, con unos 35.000 vecinos). Anteayer, un hombre de unos 40 años, que huyó y aún no ha sido localizado, terminó con su vida acribillándole a tiros tras una discusión de tráfico. "Fue absurdo, muy absurdo", decía ayer Abdelaziz Deriouch, quien, como docenas de marroquíes e inmigrantes de otros países extracomunitarios, se concentró en la plaza de Montserrat, donde ocurrió el suceso, en lugar de ir a trabajar, para exigir mayor presencia policial en el barrio. La comunidad musulmana de Tortosa, de unas 3.000 personas, había convocado para anoche una manifestación silenciosa desde el lugar del crimen hasta el Ayuntamiento.

La policía, por su parte, estrechaba ayer el cerco en busca del presunto asesino, pero de momento sin resultado. Varias fuentes cercanas a la investigación aseguraron que a primera hora de la mañana los agentes habían localizado el vehículo en el que huyó, un Renault Espace blanco, aunque anoche el autor de la muerte de S. E. continuaba en busca y captura.

Todo ocurrió por una absurda discusión de tráfico. Pasaban unos minutos de las seis de la tarde del martes, y S. E. había acabado de trabajar en la obra. A unos 10 metros, cruzó un paso de cebra. Por la calle circulaba un Renault Espace de color blanco, cuyo conductor no quería cederle el paso. "¡Que me dejes pasar!", dijo el conductor, según declararon testigos a la policía. "¡Que yo tengo preferencia!", respondió la víctima. Parecía que todo se quedaría ahí porque cada uno siguió su camino. S. E. estaba interesado en comprarle una moto de segunda mano a su compatriota Deriouch, y siguieron hablando de ello hasta que el monovolumen volvió a acercarse. Pasaron unos tres minutos. "Antes me has asustado, tío. Perdona si he dicho algo que te molestara", dijo S. E. "¿Pero qué coño miras?", respondió el presunto asesino, airado, según los testimonios. "Yo miro lo que me sale de los cojones", respondió S. E., ahora también airada. Las palabras acabaron ahí, y empezó a hablar la pistola. "¡Vete a tu país, moro de mierda!", dijo el homicida justo antes de disparar cinco veces sobre S. E. Llevaba el pelo muy corto. Lo suficiente como para que algunos medios de comunicación recogieran erróneamente que se trataba de un cabeza rapada.

Uno de los testigos interrogados por el Cuerpo Nacional de Policía asegura que el presunto homicida es un viejo conocido de los agentes, miembro de uno de los principales clanes del tráfico de estupefacientes, que reside en el barrio de Remolins de Tortosa, a quien pudo identificar por las fotos que le mostró la policía. Familiares de este testigo, que apareció de espaldas en televisión, ya han recibido amenazas de muerte. "No me importan las amenazas. Aquí ha habido seis marroquíes muertos desde 1998 y no se ha hecho nada", dijo.

El fallecido estaba solo en Tortosa. Su familia, muy pobre, esperaba en Marruecos como agua de mayo el dinero que mandaba todos los meses. Compañeros suyos reunían la documentación necesaria para repatriar el cadáver, cuyo coste asumirá un seguro que la víctima tenía contratado con una de las principales entidades bancarias catalanas.

Cuando ocurrió el luctuoso suceso, hacía unos minutos que había terminado el rezo vespertino en la mezquita de Tortosa, al lado del paso de cebra. En el barrio de Remolins, donde vive la mayoría de los musulmanes de Tortosa, aún reina la consternación y la rabia por una muerte tan absurda.

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